Sábado 5 de dic. de 1998

 









 

 


MENSAJE
Canción de cuna de madre virgen

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

R
ecibió a su bebé en los brazos y las lágrimas asomaron a sus ojos. El dolor del parto había pasado. La angustia del alumbramiento había dado lugar a la alegría de ser madre. Y Lucilla Page cantó una canción de cura. Su primogénito, un diminutivo varón, estaba en sus brazos.

El hecho se repitió dos veces más. Tres hermosos niños colmaron de alegría el maternal corazón de la mujer. Sin embargo, Lucila Page es una mujer soltera. Y no solamente soltera. También es virgen. Nunca se ha casado y nunca ha tenido relación conyugal con ningún hombre.

Lo que ocurrió en esos tres casos se debe a una de las maravillas de la nueva tecnologíaa médica. Sus tres bebés los tuvo por inseminización artificial. Es madre de tres niños, y es virgen todavía.

Esta situación me obliga a reflexionar. Esta mujer no quiere ser esposa, pero quiere ser madre. No quiere estar atada a ningún hombre, pero quiere tener hijos. No sabe quiénes son los padres biológicos porque obtuvo el semen en un banco en un barco de reproducción. No sabe nada del trasfondo de esa semilla. Sólo sabe que ella es la madre.

Yo no puedo acostumbrarme a la forma tan fácil en que el hombre circunvala las leyes de la naturaleza dadas por el divino Creador.

Hubo en la historia de la humanidad otra madre virgen. Era María, una joven judía de Nazareth. Ella fue escogida por la gracia de Dios para ser la madre de Mesías Jesucristo. Y fue fecundada, no por ningún espermatozoide masculino, sino por el Espíritu mismo de Dios. No así el caso de Lucila Page.

Lo de María fue un milagro de Dios. Lo de ésta es un acto de la ciencia. Y mientras el hijo de María nació absolutamente sin pecado, el de la virgen moderna nace como todo ser humano, con el estigma del pecado original y con la misma tendencia hacia el mal.

La ciencia humana, con todo lo admirable que es, no puede librar al hombre de la mancha del pecado. No puede darle un nuevo corazón. No puede poner en él esperanza de vida eterna.

Abrámosle nuestro corazón a Cristo. El quiere reproducir en nuestra vida el milagro del nuevo nacimiento. El quiere ser Nuestro Señor y dueño. El quiere darnos el don de su gracia bendita. Sólo tenemos que aceptarlo.

 

 

 

 

 

CULTURA
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