MENSAJE
Canción de cuna de madre virgen
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Recibió a su bebé
en los brazos y las lágrimas asomaron a sus ojos. El dolor del parto
había pasado. La angustia del alumbramiento había dado lugar
a la alegría de ser madre. Y Lucilla Page cantó una canción
de cura. Su primogénito, un diminutivo varón, estaba en sus
brazos.
El hecho se repitió dos veces más. Tres hermosos niños
colmaron de alegría el maternal corazón de la mujer. Sin embargo,
Lucila Page es una mujer soltera. Y no solamente soltera. También
es virgen. Nunca se ha casado y nunca ha tenido relación conyugal
con ningún hombre.
Lo que ocurrió en esos tres casos se debe a una de las maravillas
de la nueva tecnologíaa médica. Sus tres bebés los
tuvo por inseminización artificial. Es madre de tres niños,
y es virgen todavía.
Esta situación me obliga a reflexionar. Esta mujer no quiere ser
esposa, pero quiere ser madre. No quiere estar atada a ningún hombre,
pero quiere tener hijos. No sabe quiénes son los padres biológicos
porque obtuvo el semen en un banco en un barco de reproducción. No
sabe nada del trasfondo de esa semilla. Sólo sabe que ella es la
madre.
Yo no puedo acostumbrarme a la forma tan fácil en que el hombre
circunvala las leyes de la naturaleza dadas por el divino Creador.
Hubo en la historia de la humanidad otra madre virgen. Era María,
una joven judía de Nazareth. Ella fue escogida por la gracia de Dios
para ser la madre de Mesías Jesucristo. Y fue fecundada, no por ningún
espermatozoide masculino, sino por el Espíritu mismo de Dios. No
así el caso de Lucila Page.
Lo de María fue un milagro de Dios. Lo de ésta es un acto
de la ciencia. Y mientras el hijo de María nació absolutamente
sin pecado, el de la virgen moderna nace como todo ser humano, con el estigma
del pecado original y con la misma tendencia hacia el mal.
La ciencia humana, con todo lo admirable que es, no puede librar al hombre
de la mancha del pecado. No puede darle un nuevo corazón. No puede
poner en él esperanza de vida eterna.
Abrámosle nuestro corazón a Cristo. El quiere reproducir
en nuestra vida el milagro del nuevo nacimiento. El quiere ser Nuestro Señor
y dueño. El quiere darnos el don de su gracia bendita. Sólo
tenemos que aceptarlo.
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