Por capricho, o sencillamente porque no les gusta, algunos niños prefieren saltarse el desayuno, cosa que los padres no deben permitir.
Evitar el desayuno no modificaría la cantidad de comida que un niño consumirá el resto del día, pero hacerlo tiene sus consecuencias, advierten los autores de un nuevo estudio realizado en Estados Unidos.
Existen evidencias de que el hábito cada vez más común de saltearse el desayuno puede hacer que los niños coman de más en otras comidas y engorden. Aun así, pocos estudios lo pusieron a prueba, precisó la autora principal Tanja Kral, de la Escuela de Medicina de la University of Pennsylvania, en Filadelfia.
El equipo de Kral evaluó el efecto de saltearse el desayuno en el apetito y la cantidad total de calorías consumidas el resto del día en 21 niños de 8 a 10 años; la mayoría desayunaba. Cada niño concurrió al laboratorio de pruebas dos veces. En una, se les sirvió un desayuno con cereal, leche, banana y jugo de naranja; en la otra, nada. En ambos casos, los niños recibieron después un almuerzo, en el que podían elegir entre una gran variedad de alimentos, como pastas, brócoli, puré de manzanas y galletas, y se les pidió que comieran cuanto quisieran durante 20 minutos. Luego, los niños se fueron del laboratorio y los padres informaron qué comieron el resto del día. Los niños sintieron más hambre el resto del día cuando no habían desayunado.