Martes 15 de dic. de 1998

 









 

 


MENSAJE
Vía Láctea

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Está en el centro de la Vía Láctea, aunque para verlo se necesitan poderosos telescopios, y hay que valerse de complicados cálculos matemáticos. Se dice que tiene la fuerza de radiación de cincuenta soles de los nuestros.

Se halla a unos veinticinco mil años luz de la tierra, y se calcula que la temperatura en su interior es de 350 millones de grados centígrados. La de nuestro sol es de sólo 6.000 grados centígrados. Es lo que los astrónomos llaman "agujero negro". Está situado en el centro de nuestra galaxia, y eventualmente terminará absorbiendo todo y sumiéndolo todo en eterna oscuridad. Los astrofísicos lo llaman "El gran aniquilador".

Los "agujeros negros" se deben al colapso de alguna estrella que se cierra sobre sí misma y genera tal poder de gravedad que se traga todas las otras estrellas cercanas. Absorbe incluso toda luz.

Ya se han descubierto muchos de estos "agujeros", y en nuestra galaxia, la Vía Láctea, tenemos a éste que llaman "El gran aniquilador". Algunos no dejan de preguntarse: "Será que Dios los ha puesto allí para aplicarle el castigo final a este mundo?".

Lo cierto es que para encontrar grandes aniquiladores que acaban con todo lo bueno que tiene la existencia, no hace falta escudriñar el fondo de los cielos. Con salir a la calle, o incluso quedarnos en casa, ya podemos verlos.

El televisor, por ejemplo, es el gran aniquilador del tiempo: las horas que él demanda son horas perdidas. Los expendios de licor son aniquiladores de la conciencia: el alcohol es un veneno moral letal. Y el pequeño paquete de polvo blanco, la cocaína, es aniquilador del cerebro y de la personalidad entera.

Y qué del adulterio? Es el aniquilador del matrimonio. Así mismo, la inmoralidad sexual es la aniquiladora de la dignidad humana, y la infidelidad, la aniquiladora de los votos conyugales y de la unión que Dios destinó que fuera eterna.

No hace falta apuntar un gran telescopio al centro de la galaxia para divisar al gran aniquilador. El gran aniquilador del que nosotros los humanos tenemos que huir es el pecado. Este no sólo acaba con nuestro tesoro material sino también con nuestro tesoro eterno: el alma.

Sin embargo, Jesucristo nos libra de toda aniquilación, ya sea moral, espiritual o eterna. En la cruz del Calvario El venció el poder del pecado. Sólo tenemos que hacer de El nuestro Salvador.

 

 

 

 

 

CULTURA
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