MENSAJE
Vía Láctea
- Hermano Pablo
- Costa Mesa, California
Está en el centro
de la Vía Láctea, aunque para verlo se necesitan poderosos
telescopios, y hay que valerse de complicados cálculos matemáticos.
Se dice que tiene la fuerza de radiación de cincuenta soles de los
nuestros.
Se halla a unos veinticinco mil años luz de la tierra, y se calcula
que la temperatura en su interior es de 350 millones de grados centígrados.
La de nuestro sol es de sólo 6.000 grados centígrados. Es
lo que los astrónomos llaman "agujero negro". Está
situado en el centro de nuestra galaxia, y eventualmente terminará
absorbiendo todo y sumiéndolo todo en eterna oscuridad. Los astrofísicos
lo llaman "El gran aniquilador".
Los "agujeros negros" se deben al colapso de alguna estrella
que se cierra sobre sí misma y genera tal poder de gravedad que se
traga todas las otras estrellas cercanas. Absorbe incluso toda luz.
Ya se han descubierto muchos de estos "agujeros", y en nuestra
galaxia, la Vía Láctea, tenemos a éste que llaman "El
gran aniquilador". Algunos no dejan de preguntarse: "Será
que Dios los ha puesto allí para aplicarle el castigo final a este
mundo?".
Lo cierto es que para encontrar grandes aniquiladores que acaban con
todo lo bueno que tiene la existencia, no hace falta escudriñar el
fondo de los cielos. Con salir a la calle, o incluso quedarnos en casa,
ya podemos verlos.
El televisor, por ejemplo, es el gran aniquilador del tiempo: las horas
que él demanda son horas perdidas. Los expendios de licor son aniquiladores
de la conciencia: el alcohol es un veneno moral letal. Y el pequeño
paquete de polvo blanco, la cocaína, es aniquilador del cerebro y
de la personalidad entera.
Y qué del adulterio? Es el aniquilador del matrimonio. Así
mismo, la inmoralidad sexual es la aniquiladora de la dignidad humana, y
la infidelidad, la aniquiladora de los votos conyugales y de la unión
que Dios destinó que fuera eterna.
No hace falta apuntar un gran telescopio al centro de la galaxia para
divisar al gran aniquilador. El gran aniquilador del que nosotros los humanos
tenemos que huir es el pecado. Este no sólo acaba con nuestro tesoro
material sino también con nuestro tesoro eterno: el alma.
Sin embargo, Jesucristo nos libra de toda aniquilación, ya sea
moral, espiritual o eterna. En la cruz del Calvario El venció el
poder del pecado. Sólo tenemos que hacer de El nuestro Salvador.
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