Una familia es una institución que el mismo Dios quiso. La familia supone una profunda unidad interna de dos grupos humanos: padres e hijos que se constituyen en comunidad a partir de la unidad hombre-mujer. La plenitud de la familia no puede realizarse con personas separadas.
Es por eso que aún hay que seguir luchando porque nuestras familias permanezcan unidas en el amor de Dios. En el designio de Dios la familia no sólo descubre su identidad como una "íntima comunidad de vida y amor", sino también su misión, su cometido que es el de custodiar, revelar y comunicar el amor de Dios por la humanidad.
El amor en la familia
San Mateo nos presenta a Jesús integrado en la vida de familia. La Encarnación, al Hijo de Dios lo acerca y asemeja del todo a los hombres. En su vida de familia es modelo adecuado para todos. Las familias son la primera línea de la Iglesia. Su tarea es enorme y apasionante. Son esas "Iglesias domésticas", cuya mera mención sobrecoge por su grandeza y su misión.
Por eso es bueno que los matrimonios, para ser lo que deben ser, miren siempre a la Familia de Nazaret, oren por quienes la forman, se dejen impactar por su paz, belleza y armonía, y ante esa magna escuela de fe descubran la hermosísima misión de los hogares cristianos, que ardientes en amor, fe y esperanza están llamados a dar testimonio de lo que es vivir en la luz y el calor de la ternura de Dios.
En esta fiesta de la Sagrada Familia constituida por Jesús, nuestro salvador, María santísima y san José, ellos son reflejo de la Trinidad y modelo de toda familia a la cuál todos queremos asemejarnos.
Tomado de la Revista Vida Pastoral de la Sociedad de San Pablo Año 38 - No. 140