Hoy, el líder cocalero del Chapare, Evo Morales, asume la presidencia de Bolivia, una de las naciones más pobre de América Latina y con marcadas desigualdades sociales. El que una vez fue encarcelado, torturado por guardias en 1979 durante una manifestación contra el movimiento indígena, ahora se convierte en un político exitoso y humilde, que no oculta sus orígenes amerindios.
No más ayer, delante de los templos del viejo recinto monumental de Tihuanacu y mirando hacia el Lago Titicaca, Evo Morales alabó a los dioses del Altiplano para que le guíen en su camino presidencial.
Y es que necesitará mucho que hacer. Bolivia está inmersa en una severa crisis económica, eterno dolor y sacrificio de su pueblo.
Evo Morales tiene también dos grandes retos: la exigencia boliviana a la salida al mar, arrebatada por Chile en 1879 en una guerra, y la legalización del cultivo de hoja de coca, asunto que empeoró de sobremanera las relaciones con los Estados Unidos. Para Washington, los cultivos de coca sólo sirven para los narcotraficantes. Para Evo Morales, los aymaras y quechuas, es una forma de vida.
En cuanto a la salida al mar, Morales recibió el espaldarazo del gobernante chileno saliente, Ricardo Lagos, de buscar alternativas para que Bolivia tenga la oportunidad de sacar sus productos por vía ferroviaria hacia puertos en el océano Pacífico.
El gas natural boliviano es el pilar de la economía de Bolivia y su venta al mercado global será la clave para sacar a esa nación andina del retraso.
Se le recomienda a Evo Morales dejar atrás las políticas extremistas radicales, el paternalismo y el populismo oportunista, cuando conforme su Gobierno, pues deberá buscar la ayuda internacional para mejorar la precaria economía boliviana.