A raíz de una graduación de nuevos oficiales de la Academia de Policía, se ha desatado una serie de cuestionamientos sobre el rigor y abuso en los entrenamientos de los cadetes.�Uno de los que obtenía su certificado manifestó sus quejas y estas hicieron eco en los medios de comunicación, pero pasó inadvertida la nueva promoción de unidades policiales que deberá velar por la seguridad de todos los ciudadanos.
Esta academia representa un avance en materia de capacitación policíaca ya que anteriormente los oficiales de la fuerza pública estudiaban fuera del país, pero no esta carrera sino la militar. En aquellos centros de formación� asimilaban elementos ajenos a la cultura panameña.
Luego de su graduación complementaban sus conocimientos�en�bases militares estadounidenses, donde eran sometidos�se les hacía ver una realidad que no existía en el país. Preparaban a aquellas unidades para una guerra que nunca se dio.
Estos profesionales de la seguridad eran educados sin tomar en cuenta nuestros valores, así como tampoco la Constitución Nacional y�las leyes. Al final, todos esos conocimientos terminaron por hace implosión, destruyendo la organización militar.
Para la democracia, es importante que los oficiales que habrán de velar por la seguridad, se gradúen en una academia que contemple una formación afín a nuestra realidad, basada en el amor a Dios, a la Patria y a las leyes de la República.
Esta es la forma como la democracia panameña crea su propia defensa. De esta manera la sociedad podrá sentirse segura con una institución que protege sus intereses y vela por la preservación de todas sus instituciones.
Los panameños debemos ser�justos cuando nos critiquemos a nuestra Policía y a sus nuevos oficiales, porque sería un error extrapolar realidades foráneas y endosar errores del pasado. Los oficiales deben ser formados en el conocimiento pleno de nuestra nacionalidad, coherente con el funcionamiento del tejido social, sus virtudes y defectos.