Los peligros inherentes en automedicarse han sido advertidos por los médicos hasta el hastío. Pero por ignorancia, dejadez, tacañería o miedo a los consultorios médicos, la mayoría de nosotros parece hacerle caso omiso a las recomendaciones de los especialistas.
Sólo hay que recordar lo que sucedió en enero pasado con el actor australiano Heath Ledger, una estrella emergente de Hollywood que murió intoxicado por mezclar diferentes tipos de medicinas y calmantes. Primero se pensó que se trataba de una sobredosis de drogas ilegales, pero los exámenes postmortem demostraron que todo lo que había ingerido Ledger eran calmantes y antidepresivos de venta en cualquier farmacia. Fue una muerte accidental.
Este fue un ejemplo dramático y extremo de los daños en nuestra salud que puede causar medicarse sin consulta previa de un médico. Hay gente que abusa de las medicinas para dormir, para el dolor de cabeza, los calmantes y otros fármacos, y al final quedan adictos a ellos. Las adicciones no se limitan a la cocaína, la heroína y la marihuana. Una droga legal también nos puede hacer dependientes.
Una cosa es jugar con el propio cuerpo automedicándose. Uno dirá "es mi cuerpo, y yo hago con él lo que me dé la gana". Pero lo que sí es grave es recetar pastillas, jarabes y hasta inyecciones a nuestros familiares.
Con frecuencia vemos la escena en que alguien en casa comenta que tiene un dolor X, y un familiar le dice que también tenía lo mismo, y que con X medicina se curó. Entonces la adolorida, ni corta ni perezosa, hace lo mismo que le recomendó el familiar, sin saber si será alérgico a ese medicamento.
Consultemos al médico. Hay un sistema de salud público en este país, y diversas opciones privadas. Hay de todo para escoger dependiendo de nuestro presupuesto. Y si un médico no nos satisface, busquemos una segunda opinión. Eso sí, una opinión profesional.