No importa en qué categoría, o bajo qué condiciones apareces, sea como madre, como esposa, como tía, sobrina, abuela, hermana, prima o amiga... lo cierto es que, tu mujer, eres ese ser humano a quien el Espíritu Santo, a través de la Madre de Dios, anunció la bendición para todas las mujeres.
La mujer no lo es sólo un 8 de marzo, ni con el limitado transcurrir de los 31 días de dicho mes, sino todos los 365 días del año, porque, habiendo sido ordenada ser bendita, la mujer ha de verse como faro del mundo por ser ella, independientemente de las debilidades que pueda acusar, siempre será, conjuntamente con su hijo, Jesús, "Luz del Mundo".
De hecho, en S. Jn. 8, 4-11, se da un claro ejemplo del amor de Dios por la mujer, y si él le dice a la adúltera, "Tampoco yo te condeno, ahora vete y no vuelvas a pecas...", �quiénes somos nosotros para juzgar, y aún condenar?
Mi pluma hoy rinde pleitesía a la mujer, sean estas propias o extrañas, por celebrar ella este mes de marzo, a partir del pasado 8, Día Internacional de la Mujer, por lo que en razón a ello, quiero regalarles el siguiente pensamiento de la mente del filósofo Tito Livio, "...Cuando una mujer comienza a avergonzarse de lo que debe, no tardará en perder la verg�enza de hacer lo que no debe...". A ustedes, bellas damas, corresponde discurrir, o discernir, sobre el significado de esas palabras. Yo, mientras tanto, al decirles, �Au Revoir" también les deseo un cúmulo de dichas, bienaventuranzas y, sobre todo, que Dios derrame sobre ustedes muchas bendiciones para que continúen su labor de ser instrumentos en la conversión de los hombres, por gozar ustedes, las mujeres - bendito sean- el privilegio de concebir, y, por ende ser, repito, junto a Nuestro Señor Jesucristo, "Luz del Mundo". �Au Revoir"
