MENSAJE
Mis bodas de sangre
- Hermano Pablo
El grito se dio con voz aguda,
exaltada, imperiosa, y detuvo en el acto la fiesta. "¡Que nadie
se mueva!", ordenó el jefe terrorista. Su voz no admitía
réplica. Los ochenta asistentes a la boda quedaron en angustiosa
espera.
"¡Hagan fuego!", volvió a gritar la imperiosa
voz del jefe. Y ráfagas de ametralladora segaron en pocos momentos
la vida de la mitad de los asistentes. Cuarenta cadáveres quedaron
en el suelo.
Había sido una venganza de un grupo guerrillero de resistencia
de Share Waki, Afganistán, que había tomado represalia contra
los que asistieron para festejar a los novios. Los muertos eran todos afganos
musulmanes que habían abandonado la resistencia contra los soviéticos.
He aquí otra fiesta de bodas, como ya han ocurrido tantas, que
termina en sangre, dolor y muerte. El momento feliz del festejo, la alegría
del evento nupcial, el encanto de una fiesta tan vieja como la civilización,
quedó de pronto deshecho por la explosión de ira, odio, represalia
y venganza.
¡Qué desniveles más bruscos nos depara muchas veces
la vida! Tantas veces, cuando parece que todo nos va bien, hay alegría
en la casa y gozamos de salud, nos cae una desgracia inesperada e indeseada:
un incendio, un accidente de automóvil, una inundación o una
muerte repentina, y toda la paz, la alegría y el bienestar se acaban
en un momento.
Muchas veces las desgracias que nos llegan no son culpa directa nuestra.
Las calamidades de la naturaleza, los actos de violencia de los cuales somos
víctimas inocentes, no pueden achacarse a nuestros errores. Pero
otras veces las calamidades que sufrimos parten de nuestras malas obras.
Y nuestras malas obras parten de las pasiones de nuestro malo corazón.
¿Qué hacer para evitar esta clase de calamidades y desgracias?
Poner nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma en manos de Cristo.
Esto no quiere decir que estaremos absolutamente libres de todo mal. Pero
cuando llevamos una vida exenta de maldades, hay garantía para una
vida segura y tranquila. Démosle, pues, nuestro corazón a
Cristo, hoy mismo.
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