La antorcha olímpica de los Juegos de Pekín recorrió ayer las calles de París en medio de manifestaciones en favor del Tíbet y de los derechos humanos en China y de incidentes que obligaron a apagarla y a protegerla en un autobús.
Como sucedió la víspera en Londres, el paso de la antorcha olímpica no tuvo nada de festivo y se convirtió en una manifestación en contra del régimen chino y, en particular, en favor del pueblo tibetano víctima de una dura represión en las últimas semanas.
La llama olímpica apenas fue visible en la capital francesa antes de que esta noche se embarque con destino a Estados Unidos.
Pese al impresionante dispositivo de seguridad, compuesto por unos 3.000 agentes, la lluvia de incidentes obligó a suspender la última parte de los 28 kilómetros del recorrido por París y la llama llegó al estadio de Charléty en un nada vistoso autobús, lejos del clamor popular que se le supone al símbolo olímpico.
El paseo de la llama por París se saldó con varias decenas de arrestados, entre ellos cargos electos y, en algunos casos, con extintores listos para apagar la antorcha.