No todos los que dan o reciben consejos son afortunados.
Esto se debe a que los consejos son un tema delicado. Se trata en parte de involucrarte en problemas ajenos. Hay que tener mucho tacto sobre todo cuando no han pedido el consejo. Y cuando lo solicitan, prudencia al hablar. También es importante recordar, que a veces es bueno que las personas aprendan por experiencia propia.
Tengo una amiga que por andar de redentora terminó crucificada. En su trabajo tenía una compañera muy joven, a la cual el jefe enamoraba. Mi amiga, por aquello de la solidaridad de género, o sea, entre mujeres, decidió aconsejarla acerca del jefe. Le advirtió que este caballero era un "don Juan" con las damas... la muchachita en vez de agradecer el favor, corrió a contárselo al enamorado.
El final de la historia es amargo. Mi amiga terminó siendo despedida. La "inexperta" jovencita se quedó con el jefe y el puesto en la oficina.
Esta conocida aprendió una dura lección, al igual que ha pasado con otras personas en estos casos: "En boca cerrada no entran moscas". Una manera difícil de entender que algunos seres no desean ayuda porque tienen sus planes e intereses propios.
A los consejos no pedidos porque terminan mal, se unen los que se ofrecen por envidia más que simpatía hacia aquellos que pasan un mal momento. El bochinche logrado a través de un supuesto consejo dado al afectado para que diga sus penas, es la ganancia de los malos consejeros.
Mamá siempre me dice que el mejor consejero es Dios en nuestra conciencia. Por supuesto, nuestros padres. Pero, el ser humano es un ser sociable y necesita del prójimo, sólo que a veces caemos en grandes equivocaciones cuando no pensamos bien a quién damos orientación o contamos un problema en busca del buen consejo.