A estas alturas, cuando más de 724 mil estudiantes de 3,358 planteles públicos comienzan o continúan su bregar por el accidentado y altamente deficiente sistema educativo oficial, ya no vale la pena apuntar nuestros mensajes a los altos funcionarios del Ministerio de Educación o a los dirigentes magisteriales, cuyo desempeño y comportamiento durante los últimos años han contribuido al desastre que es hoy la educación nacional.
Hoy, es preciso que nuestras palabras vayan dirigidas a los propios estudiantes y a sus acudientes, porque deben reconocer la importancia de aprovechar al máximo un año escolar que de salida arranca con un déficit de casi un mes con respecto al sistema privado, con muchas escuelas aún sin habilitar, y con un proceso electoral acercándose y que va a interrumpirlos y atrasarlos aun más.
Mostrar actitud y dedicación para con su preparación académica es lo único que ahora les queda a nuestros estudiantes y a sus padres para tratar de sortear la sarta de incompetencias, errores, mentiras y pleitos laborales que han plagado al sistema en el último quinquenio.
Jóvenes, aprovechen cada lección, pongan atención a cada palabra del profesor, lean detenidamente, practiquen, consulten y pregunten. Sobre todo, eviten copiarse, ya que así nada se aprende.
Hay que esforzarse por encima de las deficiencias estructurales, las bancas rotas, la falta de insumos, las huelgas de docentes y las muchas visicitudes a las cuales nos han tenido acostumbrados.
Ustedes pertenecen a la generación de panameños que puede sacar adelante al país ante los retos de violencia, crimen y desigualdad que hoy enfrentamos. Nuestros dirigentes y funcionarios les han fallado, pero eso no significa que ustedes también tienen que fallar.