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Sin embargo, cojo todo lo que está mal

Redacción | Crítica en Línea

Hay un desorden mental conocido como cleptomanía, cuya existencia no vino a ser reconocida oficialmente sino hasta 1960. Quienes la padecen, sufren un incontrolable impulso por tomar furtivamente cualquier cosa que se atraviese en su camino, por lo general objetos de poco valor, como plumas, papel, pequeños juguetes y otros artefactos cotidianos de pequeño tamaño y fáciles de ocultar.

Los cleptómanos se distinguen de los ladrones comúnes en que no buscan beneficio económico de lo que roban, sino que sencillamente obedecen a un impulso incontrolable, y la mayor parte de las veces, inofensivo. Este padecimiento es clasificado dentro de los desórdenes obsesivos compulsivos.

No es muy común la cleptomanía. Se cree que menos del 5% de todos los robos a tiendas o almacenes son perpetrados por verdaderos cleptómanos.

Esto significa que usar la cleptomanía como excusa para robar va a ser muy, pero muy poco creíble.

Antes podía decirse que los ladrones se podían reconocer por su apariencia, pero en el mundo de hoy ya nadie puede saber quién es lo quién no lo es.

La mayor parte de los robos que vemos obedecen a la decadencia social, moral y espiritual de las personas. La ausencia de valores que ponen límites a las personas, y la falta del conocimiento de un estándar espiritual que rija sus vidas, es lo que hace a las personas creer que tienen derecho de robar lo que otras personas han obtenido con el esfuerzo de su trabajo. Simplemente creen que ver algo que les gusta, y tomarlo porque está a su alcance está bien, que es "su derecho".

Traducción, la gran mayoría de los que roban lo hace por viveza, por ambición desmedida o por pura maldad. A los ladrones cleptómanos hay que tratarlos médicamente, a los ladrones comúnes hay que castigarlos, sin importar qué edad tengan, o a qué nivel roben.

Puede ser que en casa su hijo le coja dinero de su cartera y nunca sospeche de él. Puede que un día entró un vecinito y se llevó una película de DVD. También es probable que usted altere precios de facturas para robarle a la empresa donde labora; otro caso sería elevar costos y quedarse con una "mordida".

Moralmente, no hay diferencia entre uno que furtivamente mete unos chicles dentro del bolsillo sin que se de cuenta el vendedor, con uno que se mete en un auto ajeno de 25 mil dólares y se lo lleva, ni con uno que abre un boquete en el techo de un local para vaciar la bóveda de un banco en el piso inferior.

Padres de familia, mucho cuidado con lo que sus hijos aprenden. Si traen algo a la casa que saben es imposible que pueda comprar, cuestiónelo, y si es algo robado, oblíguelo a que lo devuelva, porque la impunidad es el aliciente del delito.



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