La resolución de Gabinete No. 24 de 7 de abril de 2008 donde se aprueba negociar de manera directa con el consorcio Cosco Pacific Limited y Ports America Group para la construcción de una nueva terminal portuaria en la entrada del Pacífico del Canal de Panamá y anular el acto público y el pliego de precalificación de la licitación, resulta insólito y violatorio al Código Fiscal.
�Qué se esconde detrás de esta decisión, jugada o movimiento del Ejecutivo y avalada por la Autoridad Marítima de Panamá? Es necesario recordar que esta terminal portuaria o megapuerto no ha cumplido con el proceso de licitación que advierte que son tres los llamados para declarar desierto un acto de licitación pública para luego proceder a una negociación directa.
Curiosamente se pretende negociar el megapuerto con una empresa cuyo propietario es precisamente otro Estado (al igual que Panamá), lo cual es violatorio a la Constitución.
Han surgido quejas de consorcios inmobiliarios y propietarios de hoteles, quienes señalaron que su construcción condenaría las tierras adyacentes a ser un destino meramente industrial, afectando una de las áreas más privilegiadas para el desarrollo turístico en la entrada pacífica del Canal.
El Gobierno justifica la terminal de contenedores con base en una serie de estudios que indica que el mercado de América Latina crecerá más rápido que el promedio de la industria portuaria. No obstante, �cuál es el apuro para dar concesiones multimillonarias sin licitación?
La administración Torrijos olvida que su proceder puede tener incidencia en el futuro político de su colectivo y ser llevado a tribunales internacionales que acarrearían costos para el Estado.
Sí se continua jugando al ajedrez en el tema del megapuerto, sin comprender que lo primero es la posición y, que en atención a ella se estructura la estrategia y se desarrolla la táctica, no será posible hacer progresos, entonces el ganar, perder o empatar será más o menos azaroso, y lo que es peor, nunca se disfrutará del todo el encanto y magia de la actividad, es decir, una jugada equivocada oscila de leve a graves, según la posición y el nivel de nuestro oponente de turno.
Artista y científico, así se puede sentir quien practique el ajedrez, porque el resultado se alcanza en base a una interpretación muy personal, pero sin soslayar la elaboración de hipótesis que hay que demostrar, fórmulas que hay que aplicar y cálculos que debemos desarrollar.