Pararse temprano, tomar el bus o conducir, llegar a la oficina, marcar tarjeta, sentarse en el escritorio, hacer papeleo, llamadas, almuerzo, más papeleo, llamadas y trámites, esperar la hora de salida, y volver a casa. �Suena fácil verdad?
Para algunos panameños, así lo es. Ellos cogen los mangos bajitos en el trabajo, y no tienen ninguna verg�enza decirlo por ahí.
En el trabajo hay ciertas expectativas mínimas de nostros, y algunos están contentos con apenas cumplirlas, ahí en la raya. El solo hecho de mover un dedo haciendo algo diferente a lo que están acostumbrados, es impensable para ellos. Y una sugerencia en ese sentido es tomada como un insulto.
Pero todo guardando proporciones, porque hay muchas formas de ser un mal trabajador, y la descrita anteriormente es solo una de ellas.
Mientras algunos se hacen los locos en el trabajo, otros sencillamente aprovechan su puesto de jefe para cargar todo sobre los hombros de sus subalternos, mientras ellos se achantan en su silla y dejan caer los pies cómodamente sobre el escritorio.
Están también esos que ven injusticias que se cometen contra sus compañeros y hasta con ellos mismos, y no abren la boca ni para decir "esta boca es mía".
Recordemos que la celebración del día del trabajo se origió por una gesta de trabajadores estadounidenses a finales del siglo XIX que reclamaban por mejores condiciones laborales. Era gente humilde que se enfrentaron a grandes poderes económicos con el fin de acabar con la explotación a la que eran sometidos. Y al final triunfaron. Claro, con una cuota enorme de sacrificios y sangre.
Ellos hicieron el trabajo duro por nosotros. Ahora existen leyes laborales que nos protegen, pero muchos de nosotros no las valoramos. O abusamos de ellas en nuestro beneficio, o no sabemos cómo utilizarlas para defendernos de los abusos que cometen algunos empleadores.
Todo debe aplicarse en su justa medida. Así como la paga y las condiciones de seguridad deben ir cónsonas con la naturaleza del trabajo, así nosotros trabajadores estamos obligados a comportarnos responsablemente. Nada de viveza, pero tampoco nada de pendejadas.
