Cuentan que hace muchí�simos años se reunieron algunos sentimientos y algunas cualidades del ser humano. Cuando el Aburrimiento bostezaba por tercera vez, la Locura propuso:
Vamos a jugar al escondite.
La Intriga se levantó extrañada, y la Curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:
-�Al escondite? -�Y eso cómo es?
-Es un juego en el que yo me tapo los ojos y comienzo a contar, desde el uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden. Cuando termine de contar, los buscaré hasta que los encuentre- explicó la Locura.
El Entusiasmo bailó jubiloso y la Alegrí�a dio saltos, con lo que terminaron por convencer a la Duda, e incluso a la Indiferencia, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar. La Verdad prefirió no esconderse. -�Para qué?, si al final siempre la hallaban.
La Soberbia pensó que era un juego muy tonto. En el fondo lo que le molestaba era que la idea no se le habí�a ocurrido a ella. Y la Cobardí�a prefirió no arriesgarse.
La Locura rápidamente comenzó a contar.
La primera en esconderse fue la Pereza que, como siempre, se dejó caer en la primera piedra que encontró. La Envidia se fue detrás del Triunfo, quien por su propio esfuerzo habí�a logrado subir a la copa del árbol más alto. Por fin, después de pensar primero en todos, la Generosidad terminó ocultándose en un rayito de sol.
Cuando la Locura ya casi terminaba de contar, el Amor aun no habí�a encontrado un sitio para esconderse, pues todo estaba ocupado. Hasta que al fin vio un rosal y decidió esconderse entre sus flores.
-�Un millón! -dijo la Locura.
La Locura buscó detrás de cada árbol, debajo de cada arroyo de la tierra y en las cumbres de las montañas. Cuando ya estaba considerando darse por vencida, vio el rosal. Tomó un pequeño palo y comenzó a mover las ramas. De pronto, escuchó un doloroso grito. Las espinas habí�an herido los ojos del Amor.
La Locura no hallaba cómo disculparse. Lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió acompañarlo para siempre. Desde entonces el Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña. Por eso se ha dicho que "amar es una locura, a menos que se ame con locura". Y tal vez se deba a eso mismo que San Pablo haya dicho que algunos juzgan que el mensaje de la cruz de Cristo es una locura. Pues podrí�a decirse de Jesucristo no sólo que nos amó con locura al dar su vida en la cruz por nosotros, sino también que nos mandó que amemos al prójimo con esa misma locura.