Las sociedades, a lo largo de la historia de sus pueblos y sus costumbres, han tenido cambios y transformaciones porque así tiene que ser, como también, tiene que ser el cambio y la transformación de los hombres, cambios para el bien, cambio para la verdad, verdad que muchos pregonamos, escribimos y nos jactamos de saberla, pero que casi siempre no seguimos; así como dice el refrán chino: "Ojos para que ver".
Pero a veces tenemos las muestras y por tener los ojos en las cosas del mundo, en los pensamientos de la mente y el odio en nuestros corazones, arrogancias, sabidurías mundanas, vanidades y orgullos no podemos ver en realidad la magnificencia que significa una fe fundamentada en hechos y basados en la ley de los compromisos: Los diez mandamientos.
Porque es casualmente a través de la fe y del poder del pensamiento, a través de fortaleza y el deseo del corazón que podemos vencer el gran mito de la muerte terrenal o física. Muchas creencias indígenas celebraban la muerte porque era el nacimiento en otra vida, en otra dimensión.
Es por ello que los seres humanos, debemos más que hablar, actuar; más que señalar, seguir; más que corregir, corregirnos; más que pedir, dar; más que condenar, absolver. De eso trata el Evangelio de Cristo, de eso trata el humanismo, de eso trata el idealismo. Todo se resume en una palabra: Cristo. En dos palabras: Amor y Perdón. Y en tres palabras: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es entonces necesario que detengamos nuestra historia, reflexionemos y nos avoquemos a esa reedificación, a esa reconstrucción real, sincera, honesta; un trabajo duro pero basado en la fe, los actos y las obras, será bien recompensada y sólo así podremos ver y creer sin mirar, ver con los ojos del corazón. Sabiduría y Fe.