"No creen ídolos", dijo el ministro de Gobierno y Justicia, José Raúl Mulino, a los medios de comunicación cuando se le preguntó por los indultos a policías involucrados en los crímenes de los pescadores de Playa Leona y el de la menor Clarissa Marbellis Urriola.
El 19 de abril de 2009, las gallinas cacarearon más de lo normal al amanecer. No era usual para los campesinos, era el anuncio de una tragedia.
Con ese presentimiento despertó el viejo Marcos �brego, con 40 años de vivir en Playa Leona, oriundo de Veraguas. Era el presagio que vaticinaban sus antecesores en el campo cuando las gallinas estaban más que inquietas: muerte.
La noche anterior, la "Niña Evi" venía de regreso por el corredor marítimo pasando La Maestra, en el Pacífico, llegando a Boca La Caja cuando fue interceptada en alta mar por una lancha policial de operaciones fluviales, dentro de ella, cinco jóvenes ocupantes, pescadores de Playa Leona, fueron sorprendidos.
Dagoberto y Rigoberto Pérez eran los capitanes de la nave "Niña Evi". Su madre, Evidelia, había hecho un préstamo para sacar adelante su hogar y tener una entrada económica.
Las unidades policiales les pedían la droga y se descargaron en minutos las AK-47, muriendo Dagoberto y Rigoberto con las ráfagas de armas de guerra.
Rigoberto, en su última voluntad, le dijo agonizante a Dani, su primo, sobreviviente en la tragedia: " Dile a mi mamá que la quiero mucho, y a mis hermanitos. Ayúdala".
Un año después, Marcos �brego, padre de los sobrevivientes Manuel y Domingo y tío de Dani, reciente la tragedia como si fuera ayer.
"Estoy orgulloso de mis hijos, pero no quiero que vayan a pescar. De milagro están vivos", dijo mirando al mar.
Evidelia Rivera, a un año de la tragedia sentada en el patio de su casa, recordó ser una madre soltera que tuvo que sacar a sus cuatro hijos recogiendo almejas en Playa Leona.
"Los críe con sopa, a punta de almejas, y sólo de comer al tercero de mis hijos, le daba leche materna", dijo.
Ellos salieron a pescar desde pequeños, casi a los 10 y 11 años. Aportaban para la comida. Sólo alcanzaron llegar hasta el cuarto y quinto grado. "Yo me sentía orgullosa cuando salía a pasear con mis cuatro hijos. No los abandoné, yo luché por mis hijos a pesar de todo".
Caminando por la arena de Playa Leona, frente a la "Niña Evi" anclada esperando un capitán que la guíe, Evidelia confió que no ha pagado más el préstamo con el cual en el 2008 obtuvo la embarcación con la que abastecían de mariscos para pagar la deuda.
En ocasiones, el padre de Rigoberto y Dagoberto se la lleva para la pesca.
Evidelia es una mujer sin recursos, que vivió en una casa de zinc, afincada con palos y con piso de tierra y arena. Tras la muerte de sus hijos, recibió la donación de material y pudo hacer una pequeña casita de cemento, que aún le trae esos duros recuerdos.
Fueron momentos difíciles después de la muerte de sus hijos, pero al fin ha aceptado la dura ausencia. Los visita en sus tumbas, en el cementerio del mismo pueblo.
Lo que no entiende es por qué no fueron capaces los policías de pedir perdón y aceptar, como humanos, que pudo haber sido un error.
"Dios tiene la última palabra", esa es la fe de Evidelia, al negarse a entender por qué los policías vinculados a los crímenes de sus hijos fueron beneficiados con el indulto presidencial.