Piñata dijo que Martín nunca cambiaría, que siempre sería el joven humilde que conoció en el Chitré de los años setenta. Para ello, Martín debe mantener los pies sobre la tierra, apartarse de lambones y manzanillos y huir de quienes hacen negocio en todos los gobiernos.
Debe asesorarse por gente proba, no por sujetos que ahora son "probos" porque ya se hicieron ricos con la trampa. Debe pensar en el bien común cada vez que toma una decisión.
No debe perder el tiempo en frivolidades. Si nunca le ha gustado la fiesta ni el jolgorio, que no participe en actividades de ese tipo. Que vaya al interior frecuentemente como lo ha hecho Mireya durante su gobierno. Que atienda las necesidades de los marginados y se aleje del lujo y la fantochería.
Que sepa Martín que la Presidencia puede marear a quien la ejerce. Los altos funcionarios del Estado tienen un séquito bajo su mando y son constantemente objeto de la cepillería de aduladores profesionales. En las noches asisten a recepciones en hoteles o viviendas de lujo, lo cual los lleva a sentirse parte del "jet set".
Si Martín quiere hacer realidad las ilusiones de Piñata, debe dejar muy claro que la suya va a ser una presidencia modesta, sin ostentación. De lo contrario, en unos meses no será más que otro burócrata incoloro, alejado de la realidad, que habrá frustrado las expectativas de Piñata y de todos los que votaron por él.