TEMAS DE ACTUALIDAD
El racismo... no lo vamos a tolerar
Alberto S. Barrow N.
Abogado
En demasiadas ocasiones,
en el decurso de los últimos años, hemos leído o escuchado
denuncias de jóvenes afropanameños, de ambos sexos, en torno
a actos discriminatorios perpetrados en su contra. Uno de los señalamientos
más comunes es aquel que dice relación al ejercicio, por parte
de algunos propietarios de discotecas y centros nocturnos de diversión,
de la "reserva del Derecho de admisión".
Hace algún tiempo ya que me recibí de abogado en la
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de nuestra Primera Casa
de Estudios, y he ejercido la profesión, tanto en el ámbito
privado, como público. De manera que, sin jactancia y con la más
sincera humildad, me atrevo a señalar que no existe en nuestro ordenamiento
jurídico fundamento para ejercitar la denominada "reserva del
Derecho de Admisión" en establecimientos públicos, en
el sentido aberrante y con el sesgo racista en que se viene empleando en
el país, en detrimento de un segmento de la población panameña.
En todo caso, de existir normas o jurisprudencia en tal sentido, anuncio
desde ahora mi inquebrantable determinación de emprender acciones
legales y de orden político encaminadas a torcer tan infame realidad.
No haré, pues, en esta oportunidad, una discusión de
orden jurídico pero, sin rehuir la misma, centraré mi atención
en el terreno más puntual de la necesaria oposición que debe
merecer, de parte de todo ser humano, el racismo y las consecuentes actitudes
y acciones discriminatorias que aquellos que la agitan, emprenden en contra
de sus semejantes. Bajo esta premisa es que manifestamos nuestro más
absoluto rechazo a la intolerable práctica de prohibir la entrada,
a discreción, a los afropanameños, a algunos establecimientos
(por lo pronto son las discotecas; manaña quién sabe dónde
será). Eso, no lo vamos a tolerar más. Vamos a actuar.
Una clara señal de la determinación que han alcanzado
algunos panameños sobre este tema, fue el piqueteo que organizó
un grupo de jóvenes estudiantes universitarios, en su mayoría
afropanameños, el fin de semana pasada, frente a las instalaciones
de una disctoeca de la localidad. En número de treinta los manifestantes
corearon consignas en contra del racismo, en sus distintas manifestaciones
y, particularmente, aquella de impedir el acceso al local que era objeto
de la protesta. Puedo asegurarles, distinguidos lectores, que aquello que
se inició el viernes pasado, va a crecer en número y contenido,
puesto que de la denuncia (bastante han habido ya sobre el problema) se
ha pasado a la acción, lo cual presagia, por lo menos, dos escenarios:
o cesa la práctica de detener a los afropanameños y afropanameñas
en las entradas de las discotecas, o cualquier establecimiento público,
en razón de su tez, la forma de llevar el cabello, o cualquier otro
subterfugio, o se agudizará esa contradicción hasta extremos,
por ahora, insospechables.
Debo adelantar que creo, firmemente, en la necesidad de construir
sociedades en donde impere la tolerancia y la paz. Pienso que flaco favor
se hace a este propósito, hoy día universal, si permitimos
la pervivencia y multiplicación de hechos como los que se señalan
en líneas anteriores. No obstante, también pienso que es deber
de todos los asociados enfrentar la intolerancia, de cualquier signo, con
actitudes firmes y categóricas, que dejen claramente sentada la convicción
de las mayorías en nuestras sociedades de alcanzar el paradigma de
un mundo sin odios ni tensiones raciales. En este caso, esas mayorías
estarían encarnadas en todos aquellos y aquellas que opten por edificar
un entorno global libre de cualquier forma de exclusión, y en el
que la paz sea el reino de todos los días.
En ese sentido creo que es importante que impere la sensatez entre
los habitantes de la tierra, aunque aquella no sea una de las cualidades
preferentes de los racistas, en ninguna parte del planeta.
Estimamos imprescindible que las "mayorías decentes"
del mundo, que en fin de cuentas somos los más, les "impongamos"
a los detractores de otras razas, por la salud de toda la especie humana,
los valores que giran en torno al pleno respeto a las diferencias, a la
dignidad humana, y a los derechos inherentes al hombre y la mujer, en tanto
seres humanos.
En el caso de nuestro país, nada de lo arriba expresado debe
ser pasado por alto. El prejuicio racial, la discriminación, la intolerancia,
deben de ser atajados, y cuanto antes, mejor. Me parece que en esto debemos
ser firmes. Es por ello que manifiesto mi apoyo irrestricto, incondicional
e intransigente (esto último en el sentido más constructivo)
a todas las acciones que se propongan e impulsen tendientes a detener, por
el bien de la sociedad panameña, todo acto discriminatorio, sean
éstos por razón de raza, credo religioso, origen nacional
o ideas políticas. Frente a sus propulsores me declaro un adversario
y asumo, con plena conciencia y absoluta convicción, las consecuencias
personales que de ello pudieran derivarse.
Atención, no vayan a interpretrarse estas reflexiones como
una apología a la confrontación social ni mucho menos. Eso
sí, constituyen un rechazo, si se quiere, intransigente, al racismo.
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AYER GRAFICO |
Gigantesca tarima ubicada en la Plaza 5 de Mayo para ratificación
de los Tratados Torrijos-Carter |
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