El paciente se acuesta en la camilla mirando hacia el techo, en una superficie firme y con zapatos (cerrados preferiblemente).
Si el paciente no tiene las piernas parejas el terapeuta procede a nivelarlas con dos imanes para luego realizar un rastreo con un equipo especializado.
Se colocan imanes en diversa zonas del cuerpo, efectuando una especie de rastreo o escáner biomagnético, para reconocer las áreas que están alteradas energéticamente. Es decir, los órganos o tejidos que están sufriendo una distorsión.
Una vez detectado el órgano, el terapeuta procede a colocar los pares de imanes biomagnéticos en esos puntos por un tiempo entre los 20 y 30 minutos.
Cuando los imanes detectan ambientes alterados por alguna patología, el cuerpo del paciente reacciona con contracturas musculares al campo magnético de alta intensidad que generan los imanes, explica Illesca.
Una vez detectada esta anomalía energética, se procede a desactivarla o neutralizarla, para lo cual se busca el par biomagnético, que es otro punto en el organismo que posee una carga contraria a la que tiene el punto encontrado.