No se conforman con escuchar la música en su casa, sino que son tan bondadosos que desean que todo el barrio la escuche. La característica de este personaje, muy panameño por cierto, es tener lo último de la tecnología en casa. Un buen equipito de sonido y más cerveza que leche para el bebé de la casa es lo que abunda.
Estos panameños no saben invitar a alguien a su casa para charlar y pasar un buen momento si no está presente su cordón umbilical que es el vicio de la bebedera.
�Por qué la gente no se puede reunir sino hay licor de por medio? Amigos, sepan que la respuesta es por falta de felicidad. No una felicidad que le satisfaga las necesidades materiales de este mundo, sino una que le llene completamente su vida a través de el más grande y Salvador del mundo, que es Jesucristo.
Si usted, que está leyendo esta columna y se identifica mucho con lo del vecino bullero que le gusta tomar, desea que sea Jesús y no el licor el gobierne su vida, repita en su casa: "Señor, soy un pecador. Deseo que me perdones porque he pecado contra ti y contra mi familia. Reconozco que moriste por mi en la cruz. Por favor, restaura mi vida. Te necesito. Amén". Ahora que ha pedido perdón, al abrir los ojos verá la luz que ha entrado a su corazón, una luz que jamás saldrá de allí porque es Jesús el que de ahora en adelante gobernará su vida y usted será reconocido por muchos como el amable vecino. Seamos mejores ciudadanos convirtiéndonos en mejores cristianos. |