Hay veces que solemos llamarle mala suerte a algo que es permitido por Dios. Todo lo que nos ocurre está friamente calculado y debemos tomarlo como bueno para fortalecer nuestra fe.
El propósitos de las pruebas, según Pedro, es que son utilizadas por Dios para purificar la fe del creyente. Las pruebas son comparables al fuego que usa un joyero que está purificando el oro. El fuego hace que las impurezas del oro asciendan a la superficie para poder ser retiradas. Las pruebas hacen que afloren las impurezas de la fe del creyente para que el creyente pueda retirarlas y de esa manera hacer más pura a la fe.
La meta de Dios al probar la fe del creyente es que esa fe sea tan pura que cuando venga Cristo sea hallada en alabanza y honra. Es obvio por tanto que Dios utiliza las pruebas para beneficio del creyente en el sentido de purificar su fe.
A Usted le parece que traer pruebas a un creyente es contrario al carácter de Dios quien es la esencia misma del amor. Bueno, si las pruebas tuvieran el solo propósito de hacer sufrir al creyente, entonces Usted tendría razón.
Pero recuerde que el propósito de las pruebas es purificar la fe del creyente y en ese sentido es más bien una muestra del amor de Dios a ese creyente. Es difícil digerir este concepto. Es fácil enunciarlo, pero es difícil aceptarlo, pero esa es la realidad por cuanto eso es lo que dice la palabra de Dios.
Note con atención lo que dice Salmo 119: 67: �Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra.�
Cuando el salmista habla de haber sido humillado, se está refiriendo a ser probado. Lo que está diciendo el salmista es entonces, que antes de ser probado, andaba descarriado, su fe era débil, su fe era impura, pero después de haber sido probado, comenzó a guardar la palabra de Dios, es decir que su fe se fortaleció, su fe se purificó.