Una de las verdades fundamentales encontradas en la Biblia es la personalidad del Espíritu Santo. Si leemos sin prejuicio alguno, tomando en cuenta la lógica ling�ística, veremos con facilidad que el Espíritu Santo no es una cosa, sino una persona, esto es, la persona misma de Dios, su Espíritu a través de quien está presente en todo lugar a la vez. Jesús por la forma tan natural con la cual habla, nos refiere de alguien que vendrá a ocupar su lugar, alguien igual que él en cualidad: "...Y para que esté con vosotros... el Espíritu de verdad...Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien enviaré en mi nombre, �l os enseñará todas las cosas y os recordara todo o que os he dicho. Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, �l dará testimonio de mí... y cuando �l venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
...Cuando venga el Espíritu de verdad, �l os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir", (Juan 14: 16, 26; 15: 26; 16: 8). Tal cual se lee, Jesús presenta el Espíritu Santo con cualidades personales. Cada una de las palabras y frases escritas con anterioridad reflejan al Espíritu Santo no como una fuerza o energía impersonal, sino como lo que realmente es: Una persona. La definición escueta del "concepto Persona" como "individuo de la especia humana" no cabe dentro de lo que sabe y se implica como persona tanto en el campo psicológico, filosófico y teológico. Una mejor definición para tal concepto sería: Ente con identidad, raciocinio y voluntad propia. Estas cualidades las manifiesta el Espíritu Santo en los pasajes leídos. Jesús predica de él como aquél que ocupa su lugar como Consolador y maestro quien hace recordar; Da testimonio, Guía a la verdad, habla y oye. El Espíritu Santo no necesita tener cuerpo como nosotros para ser persona. Las cualidades personales mencionadas son inherentes en su naturaleza. �l como Dios, es la primera y eterna persona en el Universo. Nosotros, únicamente hechos conforme a su imagen y semejanza. �l es Espíritu personal. Al negar su personalidad diríamos que el Espíritu Santo al igual que Dios, es cualquier cosa, con lo cual rayaríamos en la herejía y apostasía. Afirmemos lo que dice e implica la Biblia. No neguemos sus verdades.