EDITORIAL
Revolución francesa y derechos humanos en Panamá
Hoy, 14 de julio se cumple
un aniversario más de la gesta revolucionaria francesa que en 1789
defenestró el régimen absolutista reinante, para instaurar
renovada búsqueda social al alero de las divisas, Libertad, Fraternidad
e Igualdad, que elevarían la condición humana a sitiales de
decoro, de dignificación, eliminando favoritismos, cancelando abusos
y atropellos, enmarcando la vida colectiva en sólidos parametros
de simetría igualitaria.
Doscientos nueve años nos separan de aquel evento que cambió
el decurso histórico y entregó al mundo las ideas liberales
que superarían las esclavitudes, cancelarían las servidumbres
de la gleba, y harían del ciudadano un ser libre, capaz de escoger
sus derroteros y construir en su albedrío la felicidad de la vida
material.
Sin embargo, aquellos predicados de nobleza social, en Panamá
resultan negados, arrinconados; cuando a voces se proclama las desigualdades
que favorecen la cúspide de escogidos en desmedro de las multitudes;
quienes tienen los resortes poderosos de los haberes, reciben canongías
y aumentan sus patrimonios a niveles de escándalo y asombro, mientras
miríades de abandonados de la fortuna recorren las vías recogiendo
desperdicios, sometidos a las carencias profundas de la depauperación
y el aplastamiento social.
De igual manera, en Panamá, la libertad de las personas resulta
cercenada al arbitrario quehacer de funcionarios que en abuso de poder y
atropello encarcelan a quien reclama contra sus conductas violatorias, y
los penados soportan lapsos de cárcel mayores a sus condenas por
la torpe abulia burocratica, o quienes son privados de ella, para luego
resultar sobreseidos, y no poder recibir la devolución de los dineros
que les fueron decomisados, en el infame y censurable mecanismo de rehuir
responsabilidades de los investigadores públicos.
La fraternidad que debe elevar la condición hermana del género
humano, debe extender la mano y ayudar al caído, dá la espalda
y desprecia a quienes carecen de aleros protectores de poderosos y distinguidos,
y así no escatima premuras para deportar al que percibe como peligro
por apoyar las reclamaciones populares colonenses, sin detenerse a considerar
el daño que hace a hijos y esposa.
El 14 de julio, el sonoro cántico de La Marsellesa en el cumplimiento
de las diplomáticas ofrendas ante el monumento del gallo francés
de Las Bóvedas, nos debería servir para reflexionar con sereno
ánimo, en torno a las realidades depauperadas que soporta en este
país de transitismo, donde el mercantilismo desbordado al amparo
de la concepción deshumanizada y salvaje propugna la acumulación
desenfrenada y el ascenso piramidal de la sociedad plutocratica en divorcio
de valores de tolerancia, respeto, dignidad, fraternidad, donde el hombre
abandona al hermano, olvida al amigo, niega la fe, renuncia a la patria,
y rinde gustoso tributo al vellocino aúreo y engañoso.
La Revolución Francesa es hito de la Humanidad; su recordación
es labor de altísima docencia y patriótica responsabilidad;
en Panamá, sus predicados nobles permanecen en olvido, cercenados,
en aplastamiento; motivo que impulsa la responsabilidad colectiva de luchar
por ellos, y hacerlos carnadura de nuestro cuerpo social.
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