MENSAJE
Pequeño descuido, grande tragedia
Hermano Pablo
Costa Mesa, Califonia
Cuídate ese resfrío",
advirtieron los hermanos de Gencho Panov, trapecista del circo Milchev.
"No, no es necesario -les respondió Gencho-. Esto pasa sólo".
Esa noche los tres, Gencho, Nadia y Sottiz, tenían que realizar
su espectáculo acostumbrado. Cuando estaban en lo alto del trapecio,
y Gencho el mayor sostenía a su hermana y hermano sobre sus hombros,
un imprevisto e irresistible estornudo le hizo perder el equilibrio. Los
tres hermanos cayeron de una altura de diez metros.
Fue sólo un estornudo, consecuencia de un resfrío que comienza:
sólo un estornudo, pero en este caso se convirtió en muerte.
Un pequeño descuido puede causar una gran tragedia. Si Gencho
Panov hubiera atendido el consejo de sus hermanos, todavía los tres
hermanos serían atracción en el circo. El descuido les cerró
la puerta para siempre.
Es cierto que habrá algunas cosas que no son consecuentes. Sólo
porque se anuncia una tormenta eléctrica de verano, no hay que poner
diez pararrayos en la casa. Un raspón en la rodilla no presagia un
largo tratamiento en un hospital.
Pero hay cosas que sí merecen nuestra atención. Un lunar
en la piel que por años estuvo estable y de pronto cambia de tamaño
y color, puede convertirse en cáncer. Una presión arterial
alta, o un elevado índice de colesterol, o un punto peligroso de
azúcar en la sangre, quizás sea indicación de un problema
físico que puede causar nuestra muerte.
Y hay otras cosas que también pueden tener graves consecuencias.
La costumbre de defendernos con mentiritas, llamadas "blancas",
se puede convertir en una vida de engaño que destruirá nuestras
relaciones. La manía de tomar objetos que no son nuestros hará
de nosotros, tarde o temprano, ladrones consumados, lo cual nos llevará
a la cárcel.
¿Y qué de los descuidos espirituales? El no tomar a Dios
en cuenta en nuestra vida, la falta de la lectura diaria de la Palabra de
Dios, el descuido en nuestra devoción personal, tarde o temprano
todo esto cobrará su cuenta, y cuando más necesitemos a Dios,
no lo encontraremos.
No descuidemos ese resfrío espiritual. Acerquémonos más
bien a Dios. La alternativa podrá ser nuestra eterna separación
de Dios. Cristo nos espera.
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