La liturgia de la Palabra nos invita a dar auténtico testimonio de vida cristiana. Pero ello nos compromete hasta la muerte, de tal forma que debemos estar dispuestos a padecer por el anuncio salvífico del Evangelio de Cristo.
"El que pierda su vida por mí, la encontrará"
En el Evangelio, Jesús se presenta firme en sus exigencias: "Apártate de mí, Satanás", son las palabras que le dirige a Pedro, y que nos hacen pensar que el compromiso de Jesús no era para salir huyendo, sino para enfrentar el mundo con todo y sus preocupaciones, siempre con el propósito de dar cumplimiento a la misión a la que había sido llamado. La fuerte voz de reproche a Pedro no es otra cosa que el rechazo de Jesús a la mediocridad del apóstol que se deja llevar por el temor.
"Apártate de mí, Satanás", debe resonar en nuestro interior como la voz de Yahvé al profeta, esa voz que compromete de lleno en la misión, que no da tregua ni espera, que debe ser respondida de manera inmediata, huyéndole al temor, al miedo. La fuerza del Espíritu acompaña siempre a los mártires, seguros de que Dios les ayudará en su misión evangelizadora. Responder a esta voz es el reto que tenemos que afrontar los que nos consideramos cristianos verdaderos y auténticos. Sigamos llevando el mensaje de salvación a todos los rincones, seguros de nuestra misión.