Hombres y mujeres de todas las edades y preferencias sexuales recurren a las fantasías eróticas para lograr mayor excitación y para imaginar situaciones inusuales, incluso prohibidas.
En ocasiones, este tipo de pensamientos provoca dudas sobre conductas o tendencias, fidelidad o, incluso, de la propia personalidad; por tanto, se debe tener en cuenta que tales imágenes no corresponden a la realidad y que tampoco es imperativo trasladarlas a ella, es decir, el resultado de imaginar algo puede no tener nada que ver con efectuarlo.
De acuerdo con Elena Gómez Rey, psicóloga clínica y orientadora sexual en el aspecto clínico, se distinguen cuatro tipos de fantasías eróticas:
�ntimas: Se practican en pareja y cambian el lugar de realización de la actividad a otro desconocido, más romántico o simplemente más excitante. También pueden incorporar variaciones poco habituales, como sexo oral, anal o masturbación mutua.
Explorativas: Más comunes en hombres, incluyen elementos nuevos, como otras personas durante el acto (ya sea en grupo o con componentes del mismo sexo, cambio de pareja, tríos, cuartetos, etcétera).
Impersonales: Se denominan así porque se logra la excitación a través de cierta situación, juguete o fetiche. Ejemplo de éstas es la búsqueda de satisfacción mediante la observación de escenas o individuos en actitudes eróticas, estimulación con artilugios sexuales y pornografía.
Sadomasoquistas: Tratan sobre juego de poder, donde la excitación se produce por sometimiento o dominio, y el dolor y la situación están controlados. Si se llevan a cabo suele haber acuerdo entre los amantes para detener la situación.