El teléfono hizo su característico ruido anunciando la entrada de una llamada. Al otro lado una mujer llorosa pedía ayuda. El que contestó le solicitó a esa vieja amiga que se calmara.
El llanto no era para menos. La mujer estaba sufriendo los dolores propios que produce un cáncer. No es sencillo guardar la compostura en esos momentos, cuando lo mejor es transmitir fortaleza al afectado.
Son cosas que suceden y nadie sabe porqué. La vida es como un soplo que se puede ir en cualquier momento. Nadie está preparado para cuando nos llegue esa hora, ni aun los que planifican a la perfección todas sus acciones diarias.
Pero aún en los peores momentos, hay que tener esperanza. A cada rato se producen milagros o con el avance de la ciencia se puede encontrar una cura para acabar de una vez por toda con ese mal que apaga poco a poco a los seres humanos.
A veces cuando un conocido o un amigo enfrenta graves problemas de salud, se le abandona. En estos momentos cuando se requiere de una mano que se le apoye, pocos son los que expresan solidaridad. Si acaso la familia atiende al enfermo en esa etapa difícil.
Quizás cuando sufres una desgracia, cuando estás en verdaderos aprietos y cuando llega la hora de partir es que las personas pueden darse cuenta de quiénes son verdaderos amigos.
La situación de abandono no es sólo para los enfermos. Hay casos menos dolorosos, como los hombres que ostentan poder que cuando están arriba tiene una corte de personas a su alrededor, pero apenas que pierde el cargo, esos amigos de ocasión, desaparecen como por arte de magia.
A los amigos, sobre todo a los enfermos, no hay que abandonarlos. Una visita, una llamada para saludar es como un bálsamo, para aquellos que han perdido la mayor riqueza de todo ser humano: la salud.
