La luz roja se activó con la confirmación por parte del Ministerio de Salud de la muerte del menor de edad a consecuencia del dengue hemorrágico.
No es para salir despavoridos y alarmarse creando un caos. Es delicado el aparecimiento de este caso y por ello hay que tomarlo con seriedad.
Los panameños, sobre todos los de las áreas propensas, deben rectificar sus hábitos de limpieza. Hay que tomar en cuenta que hasta un platillo de una gaseosa puede ser el nido para que se reproduzca el mosquito que produce el dengue.
Esta es una tarea de todos. Hay que unirse para evitar una tragedia mayor que ponga en peligro la vida de miles, tal como ha ocurrido en otras latitudes.
Expertos científicos de la región ha sido sinceros en destacar que el dengue y sus formas potencialmente fatales-el dengue hemorrágico y el síndrome de choque del dengue-se han intensificado alcanzando niveles alarmantes en esa última década. A medida que de deterioraron las campañas de erradicación de Aedes aegypti durante las décadas de 1970 y 1980, el mosquito proliferó y se propagó por casi todos los rincones de la región. La mayoría de los países se han reinfestado y han sufrido brotes explosivos. El ascenso alarmante del dengue hizo necesario contar con pautas para su prevención y control, en especial porque los manuales y guías publicados con anterioridad están incompletos o desautralizados, a igual que los planes de acción puestos en práctica.
Panamá, despierta, salgamos de la irresponsabilidad que nos puede sepultar en una fosa común por los efectos de un dengue que no pudimos controlar. En nuestra manos está combatir cualquier brote, por eso es conveniente luchar en conjunto con las autoridades encargadas de velar por nuestra salud.