En algún momento se siente la espinita muy a lo interno. Todos hemos sufrido de envidia. Es justificable porque somos mortales y, sobre todo pecadores.
La Biblia es clara al tratar de ejemplos. En Lucas 15:29-30 se puede leer que en el pasaje del hijo prodigo el hermano menor dice a su padre: "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo."
En la parábola del hijo prodigo, el hijo mayor también recibió su herencia, pero cuando regresó su hermano menor y vio con cuanto amor lo recibía su padre, sintió envidia en su corazón. "La envidia es carcoma de los huesos." (Proverbios 14:30), la envidia nos quita toda paz y no nos deja ver las bendiciones que tenemos, nos ciega y nos quita el sueño, porque ese sentimiento nos conduce a aborrecer el éxito de nuestro prójimo, ya que La envidia es la "Tristeza o pesar del bien ajeno" (RAE), este sentimiento es la antitesis del amor, es el sentimiento que más deteriora el amor puro.
Si sientes que has hecho el mal, repite estas palabras: "Por amor a la casa de Jehová nuestro Dios Buscaré tu bien." (Salmo 122:9)
Señor mío, buscaré amar y respetar a mi prójimo, evitando toda envidia en mi corazón. Padre mío, ayúdame a tener contento absoluto con lo que soy y lo que tengo. Ayúdame a alegrarme con la alegría de mis compañeros de trabajo, a felicitarlos sinceramente en sus logros, e inclusive ayudarlos a conseguir sus metas, ayúdame a entender sus tristezas, y sobre todo ayúdame a gozarme en sus éxitos. Amen.