Hay conductores cuyo nivel de irresponsabilidad es tal, que parece que hasta estacionados son un peligro para el resto de los choferes, los peatones, la propiedad pública y privada, e incluso para ellos mismos.
Estos conductores irresponsables hacen alarde de pasarse por sus mejores partes todas las reglas del tránsito, de cortesía, y las advertencias de por lo menos 5 columnas de "Creo ser un buen ciudadano..." relacionadas con el manejo.
No usan el cinturón de seguridad, llevan más peso que la carga que puede soportar el vehículo, manejan con exceso de velocidad y desorden, se pasan las luces rojas, gritan groserías al resto de los conductores, peatones y pasajeros... En fin, son un verdadero desastre.
Por desgracia, una gran cantidad de estas personas se ganan la vida precisamente trabajando detrás del volante, como choferes de transporte colectivo y selectivo.
Los hay también manejando autos particulares y de carga. Pero hay que hacer hincapié en que la irresponsabilidad de conductores de buses y taxis se hace más grave porque precisamente llevan en sus vehículos a decenas de miles de panameños y panameñas todos los días. Cuando un accidente ocurre por irresponsabilidad de un conductor de bus, las consecuencias de ese mal juicio pueden alcanzar el nivel de tragedia, como sucedió el 23 de octubre de 2006, y como se repitió hace dos días, en que varios accidentes causados por buseros cobraron una vida y varios heridos.
El gremio de choferes de buses tiene que entender que saboteando con huelgas las iniciativas modernizar el transporte solo lograrán arreciar el rencor de la población. Si quieren realmente mejorar el transporte, tienen que mirarse a ellos mismos, no buscar culpables en el gobierno, la empresa privada, o el neoliberalismo. Son ellos los que tienen las manos en el volante, nadie más.