Hace 22 años se registró uno de los crímenes más horrendos de la historia panameña. El 13 de septiembre de 1985 la organización militar F-8 detuvo y decapitó al médico internacionalista y exviceministro de Salud, Hugo Spadafora Franco. A partir ese hecho comenzó a derrumbarse el régimen castrense.
El cadáver de Spadafora fue encontrado en el poblado costarricense de El Roblito, cerca de la frontera con Panamá, a 15 kilómetros de La Concepción, donde había sido visto con vida por última vez. Ese asesinato estremeció los cimientos de la sociedad panameña y levantó una ola de protestas en todo el país, por la forma en que fue mutilado el cuerpo y desaparecida la cabeza, algo nunca antes registrado en el país.
Tras la invasión norteamericana, 10 militares, entre ellos, el exgeneral Manuel A. Noriega fueron llamados a juicio. Al final, sólo fueron condenados a 20 años Noriega, Francisco González Bonilla, y Julio César Miranda.
Hugo Spadafora estudió en Italia, combatió en Guinea Bissau junto a Amílcar Cabral y formó la brigada Victoriano Lorenzo que junto a los sandinistas se enfrentó a la dictadura del presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza, luego se distanció de los sandinistas y formó parte de los contras nicarag�enses. Spadafora debía cumplir este mes 67 años.
Ahora que Noriega cumplió su condena por narcotráfico en Miami, la justicia panameña y el propio Noriega debieran esclarecer algunos detalles oscuros en torno a este horrendo crimen.
La juventud debe conocer que este brutal asesinato fue uno el inicio de la caída de la dictadura militar y fue el paso para que el pueblo se organizara para reclamar justicia, democracia y libertad.
Lo sucedido al régimen castrense revela que los gobernantes no pueden abusar del poder, sino que deben respetar el Estado de derecho y preservar una democracia, donde todos libremente y de manera pacífica puedan expresar sus puntos de vista.