La mayoría de personas pasan diariamente de ocho a doce horas trabajando para ganarse el sustento; invierten más tiempo en la oficina que en ellos mismos, en la familia o su congregación (en este orden). Pero no saben lo que Dios dice acerca de administrar los ingresos que obtienen a través de su esfuerzo. Por ello es necesario hablar de las finanzas a la luz de la Palabra; quizás no sea tan emotivo, pero si muy edificante.
Mucha gente no sabe en que orden ir haciendo los bienes en su vida. Hay jóvenes que lo primero que adquieren es un carro del año, en vez de invertir su dinero. Ignoran que a los 4 años ese carro se devaluó a la mitad del precio original, y que por él pagaron, sumando los intereses, el doble. Invierten su dinero en cosas que pierden valor y después se preguntan por qué Dios no les añade bendición.
Nosotros debemos educar a nuestra conciencia para que no nos deje cometer ese error. El Espíritu de Dios, quien nos unge con su poder, también nos da la inteligencia para administrar los bienes. La sabiduría te puede ayudar a prosperar mucho, pero la falta de ella te deja pobre. Shakespeare decía: "La gente que vive comprando bienes superfluos, llega a tener que vender los bienes necesarios." Si sigues el camino de la sabiduría y el dominio propio, llegará el día que tendrás con que comprarte lo que quieras; pero si te apresuras, pronto te endeudarás.
La Biblia nos enseña que antes de invertir el dinero en comprar o construir una casa, debemos invertirlo en un negocio que produzca utilidades, con las cuales adquirir esa casa. Dios quiere que hagas producir los recursos que el te dio. Si el te da cinco talentos, El espera que produzcas otros cinco. Muchos han deseado tener su negocio propio y nunca llegan a iniciarlo. La razón es que han invertido todo su dinero en una casa. Piensan que invertir en un negocio es un riesgo y por eso nunca se atreven a iniciar uno. �Atrévase hermano!