Esta es una escena que vemos comúnmente en la ciudadad y que también podemos encontrar en áreas rurales cercanas a una carretera transitada: niños pequeños, solos o en grupos, algunos que apenas están aprendiendo a caminar, deambulando libremente por ahí, a riesgo de que los atropellen, los secuestren o algún extraño abuse de ellos.
Cualquiera que tenga automóvil y haya manejado por algún tiempo habrá tenido el gran susto de casi haber atropellado a alguno de estos niños sin vigilancia que se lanzan corriendo a la calle.
La pregunta que siempre nos hacemos, y que vamos a repetir hoy es "�dónde están los padres de estas criaturas?".
Por desgracia, estos padres inconscientes sólo se aparecen luego de que ha sucedido una tragedia; cuando sus hijos han sido arrollados por un auto o cuando alguien extraño los rapta.
Ser padre es un trabajo de 24 horas. Sobre todo cuando se trata de niños en edad preescolar. Apenas los bebés son capaces de gatear, entran en su etapa de exploradores del mundo que los rodea, y cualquier cosa que se encuentren es una oportunidad de juego. Pero en ese afán de conocer, pueden encontrarse en situaciones potencialmente peligrosas, y los padres tienen que estar vigilantes en todo momento.
No se trata de encerrar a los hijos en sus cuartos y prohibirles tocar todo, sino de supervisarlos, echarles un ojo regularmente, de modo que podamos identificar una situación de peligro y anticipar un accidente.
Esto es en lo que fallan algunos padres, dejando que sus niños deambulen libremente por la calle.
Lo peor es que cuando suceden los accidentes, se destroza no sólo la vida del niño y el padre, sino de quien atropella sin querer. El trauma psicológico de haber matado un infante puede atormentar a alguien por el resto de su vida, aunque lo haya hecho involuntariamente.