Una vieja y mala costumbre de los panameños es dejar todo para último momento. A 105 años de haberse fundado nuestra República, ese vicio parece haberse convertido en una institución nacional de nuestra anticultura.
Cualquiera que sea el compromiso, tanto niños como jóvenes y adultos, esperan hasta la última hora, cuando ya el tiempo no estira más, para cumplir una tarea, labor asignada o cumplimiento de cualquier requisito legal.
Cada año usted puede observar un episodio de estas situaciones.
Al momento de sacar la placa de circulación vehicular, al presentar las declaraciones de renta, al comprar los útiles escolares para los niños o para matricularlos, al estudiar para un examen planificado con anticipación, al momento de comprar los regalos de fin de año.
La lista es larga, pero estos son algunos ejemplos que explican uno de nuestros rasgos más negativos como panameños.
Eso significa que no planificamos nada en nuestras vidas y luego viene el stress de tratar de hacer en minutos u horas, algo que requiere mucho tiempo.
Si así somos en las cosas sencillas, peor es cuando se trata de otros compromisos más serios, como en el campo laboral o profesional.
Asista usted a un taller de mecánica y el encargado le promete que para tal día estará lista la reparación de su vehículo.
Llega la fecha acordada, usted pierde media jornada laboral y cuando llega a buscar su auto: �sorpresa! ni siquiera lo han tocado.
La gente hace grande a una nación, empresa u organización. Si la mayoría de las personas son mediocres, conformistas o poco importa, así mismo será tu país.