El Lunes, Armando estaba �cogío� con la gripe. No solo tenía la nariz completamente obstruída y los ojos llorosos, sino que también tenía fiebre por las noches y un dolor de cabeza que le había durado 3 días consecutivos.
Cuando fue al médico, este le recetó un antibiótico, un descongestionante en aerosol, y un antihistamínico. Armando va y los saca en el seguro.
Pero al día siguiente, cuando se despierta, parece sentirse mejor. Ya pasa algo de aire por los conductos nasales, y el dolor de cabeza casi es imperceptible.
�Las medicinas? Ahí las dejó tiradas en el botiquín. Ni siquiera se tomó el primer antibiótico. El tipo juraba que se había curado solo.
Pero unos días después, Armando comenzó a sentir un fuerte dolor de oídos. Sentía como que le estaban taladrando la cabeza.
El hombre tuvo que ir en corredera al mismo médico, que le preguntó: ��Que pasó con todo lo que te receté? Tienes una infección en el oído interno, y yo te había mandado un antibiótico�. Obviamente que Armando no tenía respuesta alguna. Por no hacerle caso a las indicaciones del médico, tuvo que pasar por la mesa de operaciones. Y pagar la cuenta, por supuesto.
Por alguna incomprensible razón, muchos le hacen más caso a los consejos de salud del vecino, el barbero, el taxista y cualquier Perico de los Palotes, que a la medicina tradicional.
Somos muy dados a automedicarnos, una de las grandes malas costumbres de los panameños cuando de su salud se trata. Y claro, las casas farmacéuticas facturando.
Estimados lectores, con la salud no se juega. Sin embargo, solo acudimos al médico cuando sentimos que nos vamos a morir. Chequearse periódicamente y seguir las indicaciones del médico puede ser la diferencia en vivir largos años con con buena calidad de vida, o terminar nuestra existencia en larga agonía.