Nos hemos visto obligados a escribir un manual de convivencia, el cual responde a la necesidad que la gente brinde y obtenga respaldo y cariño mediante la vida en común. Los Istmeños no podemos dejar crecer la ola de salvajismo que se vive en algunos barrios capitalinos (Río Abajo 11
21/2009 ataque incendiario a barracón), desorientados por gobiernos populistas parecidos a este. Incendiar los barracones de sus enemigos, mientras duermen es actitud de los aborígenes más encarnizados en el atraso africano (Tutsis), y es respuesta tribal Hutu, el que por televisión los atacados respondan que no están pegando querellas por el atentado terrorista, como advirtiendo entre otras consideraciones, que ellos tienen sus propias leyes y que responderán a los que pretendieron quemarles vivos a sus niños, ancianos y mujeres. Pero lo peor! Que tras el gravísimo suceso ninguno de los 11, 000 efectivos de la Policía ni el Gobierno, se han inmutado.
Percibimos que en ninguna escuela y en muy pocos hogares panameños, se enseña o se habla lo que implica el cumplimiento de deberes y derechos, de la razón significativa de compartir espacios y recursos, bajo el respeto mutuo. No es de extrañar que la mayoría de los crímenes por peleas a bala, incendios, machetes y cuchillos, "amén de la drogas", se originen, por los bajos niveles de educación y respeto que imperan a lo largo y angosto de esta República con muchos lagartos convertidos en funcionarios y legisladores. Estos últimos, educando al pueblo con sus ejemplos.
En Panamá, además de ampliar: 1) El canal, 2) La educación como política de estado y las principales avenidas porque no cabe una bicicleta más, debemos rescatar la coexistencia pacífica en nuestros calles barrios, que se ha perdido por culpa de la predica que dan políticos maleantes, que han desbaratado la reconocida identidad fraternal y solidaria que nos distinguía a los panameños como seres humanos de paz, alegría y trabajo.