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Milcíadez Ortiz | Catedrático

�ramos dos chiquillos curiosos, como muchos de la calle Primera Parque Lefevre. Mi hermano Orlando y yo planificamos todo sin decirle nada a los padres. Esa noche no nos dormiríamos. Haríamos todo lo posible porque no se nos cerraran los ojos.

Pero la naturaleza pudo más que los deseos de dos chiquillos curiosos.

Nos dormimos y cuando amaneció fuimos corriendo al árbol de Navidad y �allí estaban los juguetes que nos trajo Santa Claus!

Tampoco ese año pudimos "pillar" al viejo gordo en su trineo, poniendo los regalos navideños...

Al año siguiente no nos preocupamos. Consideraron que ya teníamos edad suficiente para enterarnos de la verdad...

Han pasado casi sesenta años de esa aventura. Todavía siento el palpitar de los corazones de esos chiquillos curiosos, que querían descubrir el gran misterio de la Navidad.

Pienso que hubiera sido bonito seguir un poco más con esa hermosa fantasía...

En aquella época la Navidad era sencilla en Parque Lefevre. Desde semanas atrás algunos vecinos cambiaban muebles y linóleos, para recibir las fiestas con "algo nuevo".

Los vecinos Young-Winter hacían unos deliciosos dulces de frutas que compartían con nosotros. Mi mamá hacía ron ponche con "poco ron", y lo regalaba a algunos vecinos.

Ese barrio no tenía mayores problemas entre vecinos, como lamentablemente ocurre ahora en muchos sectores de la ciudad.

Sin embargo, en Navidad algunos muchachos aprovechábamos para hacer "diabluras".

Recuerdo que nos gustaba mucho practicar el "tiro al blanco" con escopetas de balín... contra las bolas de Navidad.

Escondiéndonos porque sabíamos que "no estaba bien hacerlo", Orlando y yo competíamos para ver quién tenía mejor puntería.

Las bolas más grandes y bonitas de algunos árboles fueron destruidos por nuestros certeros balines.

Una vez decidí apuntar a "la cabeza". Era una hermosa estrella llena de foquitos. Estalló en pedazos al golpearla el balín... y se provocó un corto circuito. �La caja quedó sin luz!

Menos mal que nadie se enteró de esta travesura.

Otra más sencilla era cambiar las figuras de los Nacimientos. Mi madre se horrorizaba ante este sacrilegio.

Realmente eran maldades pequeñas y sin mala voluntad. La curiosidad también una vez nos hizo ponerle una lata vacía en la cola a un gato... Tremenda carrera que dio haciendo mucho ruido...



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