36 horas al lado de la muerte
Fue larga la borrachera de esa noche. Eran jóvenes y tenían pocos años de casados, y sin embargo, el licor era su única distracción. Scott Osborn, de 28 años de edad, y Diana France, de 26, de Rotherham, Inglaterra, bebieron esa noche como nunca.
Al día siguiente, Diana no despertó en todo el día, y Scott siguió con sus tragos. Al tercer día, Diana tampoco se movió de la cama, y Scott siguió al lado de ella, sin dejar de beber. Por fin, Scott se dio cuenta de que ella estaba muerta. Él había estado acostado al lado de un cadáver durante 36 horas.
¡A qué extremos de horror y tragedia conduce el vicio del alcohol! Esta pareja, ambos licenciados, tenían buenos empleos con buenos salarios. Tenían un apartamento bien amueblado y adornado. Pudieran haber sido felices, con placer sano y normal. Pero escogieron el alcohol como pasatiempo principal. Y el designio franco del alcohol es siempre liquidar a su víctima.
Igual que Scott, toda persona dominada por el alcohol vive al lado de un cadáver. Vive, en primer lugar, al lado del cadáver de su inteligencia y su raciocinio porque el alcohol liquida las facultades de la razón.
Si hoy usted está en las garras de ese enemigo implacable, en primer lugar, reconózcalo. Admítalo ante todos los suyos, y especialmente ante su cónyuge. Diga abiertamente: «Yo soy un alcohólico».
Luego busque la ayuda de algún grupo de apoyo. Yo le recomiendo el grupo «Alcohólicos Anónimos». Finalmente, sométase al señorío de Cristo. Alléguese a alguna congregación de personas que sirven de todo corazón al divino Creador. Dios tiene el poder para librar de las garras del alcohol a cualquiera que se lo pida.