A�o nuevo, y todo sigue igual
Hermano Pablo
California
Era la fiesta de fin de a�o en M�xico, y hab�a que atender 247.412 kil�metros de carreteras. Se despacharon 2.400 radio patrullas con 3.600 agentes. Como siempre, hubo una proliferaci�n de accidentes, contravenciones, ilegalidades y delitos. Se dieron 7.697 multas, se llamaron 245 ambulancias, se recogieron 72 heridos y se levantaron 9 muertos. La polic�a federal de caminos de M�xico inform� que las fiestas de fin de a�o y el consumo exagerado del alcohol eran los responsables de esa gran cantidad de calamidades. Una cr�nica period�stica cit� las palabras de un oficial, quien filos�fica y humor�sticamente coment�: �A�o nuevo, y la vida sigue como siempre.� El antiguo proverbio: �A�o Nuevo, vida nueva�, no es m�s que una f�rmula intrascendente, una burbuja de jab�n que se rompe tan pronto como se forma, una nader�a que todos repiten y nadie practica. Son cuatro palabras vac�as que ning�n sentido tienen. Lo m�s interesante es que de todas las fechas en todo lugar y en todo tiempo, el que m�s supone presagiar el cambio es la entrada a un a�o nuevo. Esa es la fecha de las llamadas �nuevas resoluciones�. Sin embargo, no es el cambio de fechas lo que nos transforma. No es el primero de enero lo que nos trae nueva vida. No es una resoluci�n de A�o Nuevo hecha a la ligera lo que endereza nuestros pasos. Llegan el d�a dos, el tres y el cuatro de enero, y r�pidamente nos damos cuenta de que somos los mismos, que nada ha cambiado, que nuestro car�cter y nuestro coraz�n, con su vieja y endurecida naturaleza, sigue tal como siempre ha sido. Lo �nico que realmente cambia una vida es la entrega total de nuestra voluntad al Se�or Jesucristo. S�lo su poder y su bendita Palabra producen en nosotros lo que la Biblia llama �nuevo nacimiento�. Con Cristo en el coraz�n, el borracho abandona el alcohol, el drogadicto se libra de su esclavitud, el ladr�n no roba m�s, el mentiroso deja de mentir y el marido infiel regresa arrepentido a su hogar. No importa cu�n hondo haya ca�do la persona o cu�nto se haya alejado del camino recto, cuando acepta a Cristo como Se�or y Salvador, su vida cambia radicalmente. Para eso vino Cristo al mundo: para rescatar, salvar, redimir y transformar. Este A�o Nuevo de veras puede ser un a�o nuevo para nosotros, pero no por ser A�o Nuevo, sino porque Cristo ha entrado a nuestro coraz�n.
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