La liturgia de la Palabra en este V Domingo del Tiempo Ordinario nos presenta la autenticidad del llamado por parte de Dios y la forma como el hombre responde a dicho llamado. Dios no obliga, sólo llama, y el hombre que ha sido designado a cumplir una misión está en plena libertad de aceptar, o no, esta hermosa misión.
"Rema mar adentro... Desde hoy serás pescador de hombres".
La gran dificultad que muchas veces encontramos en nuestras tareas cotidianas es el no saber por qué las cosas no salen como las esperamos o como las planeamos. Igual le sucedió a Pedro y a sus compañeros de pesca: habían agotado todas sus fuerzas queriendo pescar donde no había peces. Bastaba que llegara la Palabra de Dios, y sólo obedeciendo ciegamente aquello que Jesús propone, en un momento lograr llenar las redes y requieren de la ayuda de otros para poderlas sacar a flote.
Tras el milagro, viene el reconocimiento: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador". No sólo Pedro, sino también Santiago y Juan, pilares de la Iglesia, quedan asombrados por lo extraño de la situación, y entonces comprenden que sin Jesús no hubiera sido posible obtener el resultado esperado. "Desde hoy serán pescadores de hombres". Bastaba que reconocieran que por el poder de su Palabra era que se lograba la pesca; de allí que Jesús los llame a cumplir con la misión de recoger hombres para la red del Señor. Remar mar adentro, no es otra cosa que adentrarse en las profundidades del Misterio de Dios, abandonados con fe y confianza a su voluntad, para obtener resultados provechosos, a pesar de las adversidades que se presenten en ese "remar mar adentro".