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Sociedad

Josefa Marin Rubio | Periodista

El hombre es un elemento básico en toda sociedad. A partir de éste, surge el grupo. Como unidad específica de una comunidad. Tal es la razón de una evolución humana.

El asunto a pensar es cómo existen hombres que creen ser dioses cuando su período es efímero. La historia está plagada de ellos. En Chile, Pinochet; Trujillo en República Dominicana y Batista en Cuba, etc...

Unidos a estos nombres nacieron los herederos de la opresión hacia nuevas generaciones. Los reyes de mandatos absurdos, porque la crueldad se convirtió en causa razonable para el martirio de los pueblos.

En esa herejía, a la clase social política no le importaba a cuál pensamiento o demagogia correspondía. Sólo era la monarquía de la desfachatez ideológica sucediéndose una a otra.

Esta sociedad dejó de ser para convertirse en partidos que responden a dioses paganos. Un triste historial de mandatos dentro de los cuales muy pocos son dignos de mencionar. A pesar de referencias negativas, los votantes siguen cada cierto tiempo, "tropezando con la misma piedra".

Estamos huérfanos de líderes, de credibilidad en sus actuaciones. Palabras cada vez más huecas hacen eco en las falsas promesas de campaña. A la larga, se descubren como estrategias politiqueras.

Un escepticismo galopante se observa en distintas latitudes. Lejanos están los discursos de barricada que enarbolaban el fervor patrio. Hoy, sólo se oyen locuras con arrebatos frenéticos.

El progreso acaricia tus lares es casi un himno de venta extranjera. Una nación hecha jirones de recuerdos y burlas. Sin ley y sin justicia porque mancilladas están como la dignidad del hombre.

Sus valores son parte de una cuenta bancaria, medidos por la moneda de tumo o el capricho de unos pocos. Una sociedad sin conciencia es un cuerpo sin alma.

Esa, desgraciadamente, parece ser la rutina política de esta época. Espero que la revolución de ideas rescate una sociedad más civilizada y menos deforme.




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