Es insólito que un Estado que aspira a ser democrático se rija por una constitución emanada de los cuarteles. Cuando la dictadura de los militares y el PRD fue derrocada, a finales de 1989, la ciudadanía decente y civilista esperaba que el Presidente Endara convocara a una Asamblea Constituyente para dictar una nueva constitución, democrática e incluyente, que sirviera de guía y patrón de conducta para enrumbar al país por los destinos de la democracia, la probidad y la justicia social.
A los gobernantes del momento les faltó la voluntad para emprender esa tarea: la principal, la más importante que tenían enfrente. Las consecuencias de su omisión-el deterioro institucional, la desconfianza en las instituciones públicas-están a la vista de todos.
Las elecciones de mayo de 2004 nos dan en bandeja de plata una segunda oportunidad para iniciar el proceso de rescate institucional. Aunque una mayoría de legisladores ignoró el anteproyecto de ley de la quinta papeleta que presentaron los legisladores Blandón, Castillo, Gómez, Quintero y Salas, todavía hay tiempo para incluir en los comicios una consulta adicional, que permita a la ciudadanía decidir si quiere que una Asamblea Nacional Constituyente redacte y adopte una nueva constitución.
El anteproyecto debe presentarse nuevamente el 1 de marzo y hay que insistirles a los legisladores que lo aprueben. La facción oficialista en la Asamblea debe hacer frente, con valentía y civismo, a la antidemocrática oposición del PRD y sus aliados a la quinta papeleta.
