Adultos, jóvenes y niños viajan todos los días al vertedero de Aguadulce a realizar su labor, la recolección de desperdicios.
Lo que a algunos no les sirve, para otros es un tesoro. Es por ello que de lunes a domingo siempre se ven a las personas escarbando en el vertedero.
Son historias de gente pobre que trata de conseguir algo para llevar a la casa.
Sin embargo, aunque parezca increíble hay niños que van al vertedero a buscar metales para vender. Son infantes que asisten a la escuela como otros y hasta con el consentimiento de sus padres, que al parecer no miden el peligro que esto puede representar para sus hijos.
HISTORIAS
La señora Dianeth viaja al vertedero a buscar latas de aluminio, hierro, cobre y papel, lo que salga.
Asegura que cuando no tiene trabajo en las empresas camaroneras del área, se traslada a este sitio desde las seis de la mañana hasta el mediodía.
Los carros del municipio, que se encargan de botar la basura, llegan a las 9, aprovechando las horas antes para recoger las latas que quedan del día anterior.
Ella tiene dos hijos, la niña está en el colegio y el más chico en la escuela primaria.
Lo que saca de entre la basura lo utiliza para la alimentación diaria de su familia y los útiles escolares que necesitan.
"Cuando yo no estoy trabajando, vengo y cuando empezamos a laborar (camaronera) no vengo, y así estoy", explicó la señora.
Junto a ella desde hace una semana trabajan sus dos hijos, a quienes cuida que no se corten. Sin embargo, asegura que son pocas las veces que se meten entre la basura. Sostiene que la mayor parte del tiempo se ubican a un lado, para aprovechar la sombra de un rancho improvisado de sacos y cartón.
Lo que recogen sus hijos es para ganancia propia para poder comprar sus cosas.
OTROS CASOS
En el mismo lugar se encontraban otros cuatro niños, que llegan diariamente desde hace unos tres años a recoger lo que puedan, para posteriormente venderlos.
Gabriel, de siete años, viaja a pie desde su casa en Barrios Unidos al vertedero con el fin de recoger lata y cobre para tener plata, dice.
Parte de este dinero lo destina para la ayuda de su casa, entre ello para la compra de sus útiles escolares.
A diario, ahora en vacaciones desde las 9 de la mañana sale a trabajar al vertedero con sus hermanos Ariel de 11 años y Daniel de 10 años, al igual que con su primo Antonio de 11.
Como todo trabajo, hacen su alto al mediodía para regresar a sus casas a almorzar y nuevamente retornan a las labores, en un carro que se dirija al vertedero a botar la basura.
Gabriel añadió que a veces viaja con ellos a trabajar su padre, que es quien los cuida de algo que les pueda pasar.
En el lugar no encuentras agujas de jeringuillas y sólo encuentran es vidrios los que a veces los cortan en sus pequeñas manos.
Los juguetes que hay entre los cartuchos, las moscas, gallotes y el mal olor son supervisados con mucha delicadeza y vistos para ver si sirven.
Estos pequeños, ante la búsqueda de algo que les sirva, se tienen que pelear con los gallotes que están comiendo entre los desperdicios por lo que comentaron que los espantan con piedras.
AUTORIZADOS
Antes de salir de sus casas les piden permiso a sus padres, quienes los deja ir. "A veces nos metemos por ese monte, allí hay bastante cosas", explicó el pequeño Gabriel, quien es el que más conversa.
En la mañana asisten a la escuela durante el año lectivo por lo que al llegar al mediodía a su casa almuerzan, estudian y emprenden su viaje al vertedero.
A las 4 de la tarde regresan a sus casas para volver a ver a sus familiares.
En sus casas juegan fútbol como niños normales y les va bien en la escuela, señalaron ellos.
Por semana llegan a ganar unos 25 dólares de lo que recogen en el vertedero.
Algunos de estos pequeños aprovecharon hasta los carnavales, no para divertirse, sino para trabajar recogiendo latas en el centro de la fiesta por lo que al preguntarles quién lo había hecho, contestaron entre risa dos de ellos "yo".