La crisis económica en Estados Unidos parece imparable. Cada día cae un gigante financiero. Se aprueban rescate, pero los bancos y aseguradoras dan la impresión de ser un pozo sin fondo. El más reciente caso es el de la gigantesca aseguradora American International Group (AIG), que acaba de reportar pérdidas por 100 mil millones de dólares y ni la ayuda financiera de 150 mil millones que el Fisco norteamericano le otorgó el año pasado, le permitió salir de la tempestad.
Ahora el Departamento de Tesoro anunció otro paquete de auxilio de fondos frescos por la suma de 30 mil millones de dólares. Sin duda que la administración Obama no quiere dejar caer a AIG, que es la aseguradora de 100 mil entidades públicas y privadas, entre ellas, varias de las 500 mayores empresas enlistadas por la revista Fortune.
Lo sucedido con AIG generó un nuevo lunes negro creando un pánico bursátil en las bolsas del planeta y motivó una seria advertencia del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke: permitir la quiebra del grupo de seguros más grande en el mundo (...) sería desastroso para la estabilidad del sistema financiero global".
Así de grave es el terremoto financiero que vive el planeta. Panamá no es una isla y si bien contamos que un sistema bancario saludable con una excesiva liquidez, hay que ir pensando en posibles acciones para proteger más tanto a bancos como a cuentahabientes.
Las entidades supervisoras del país deben cumplir ahora con mayor celo su labor de revisión y control y si es preciso, el gobierno debe reforzarlas con más inspectores, para curarnos en salud. Es mejor prevenir que curar.
Al mismo tiempo, en el campo personal, los panameños deben adoptar una actitud más prudente y evitar el consumismo y endeudamiento excesivo, al menos hasta que se tenga un panorama más claro de hacia dónde va la economía mundial.