Quienes no poseemos un automóvil cuatro por cuatro con nevera, tarjeta para la compra de gasolina, casas de playa o membresía en algún club privado para ir los domingos a disfrutar del sol veraniego y del aire limpio, tendremos en adelante que hacer uso de inventiva e ingenio para no quedarnos el día de asueto encerrados dentro de casa, porque ya ni a los balnearios se puede ir por la ola de violencia que azota a esos tranquilos y otroras refrescantes lugares.
Resulta que ahora las bandas delincuenciales han hecho de estos páramos puntos de sus encuentros violentos donde dirimen negocios mal habidos y rencillas personales que acaban en cruces de disparos con saldo de muertos y heridos.
Atrás quedaron los días en que ríos y quebradas cristalinos eran remansos de paz poblados por el bullanguerío de chiquillos que disfrutaban sanamente de zambullidas y clavados en el agua. Sólo quedan en el recuerdo las imágenes de nuestras abuelas con el balde de ropa sucia en la cabeza, aporreando con sus "manducos" los trapos que después eran asoleados sobre las piedras de la orilla.
Cuando no hay riña por el exceso de tragos, los bañistas se marchan dejando el sitio cubierto de basura, plásticos, latas de cervezas, platos de comida y hasta una que otra prenda íntima después de haber consumado en los matorrales cercanos actos fisiológicos que algunos llaman inmorales y otros sexuales.
La mancha urbana avanza veloz sin control sobre estos recursos naturales, cubriéndolos de aguas negras y basura sin que se escuche una voz que alerte sobre el peligro que los acecha.
