Todavía seguimos sorprendidos por el antiyanquismo de muchas personas en contra de Donald Trump, algo que nos recuerda la época de la Guerra Fría y la lucha por la soberanía, sobre todo porque se trata de un empresario que piensa y actúa como gringo.
Para un exitoso hombre de negocios, como lo es Trump, no debe ser sorpresa los avances que los panameños hemos logrado, luego de revertir el territorio de la antigua Zona del Canal, un hecho histórico que a cualquier estadounidense ha de causarle envidia.
Trump concluyó que los panameños lo hemos hecho mejor que los estadounidenses y que la entrega del Canal ha sido un error mayúsculo, pero no por eso deja de admirar y reconocer la habilidad de los panameños para conseguir la vía interoceánica.
En realidad hay otras cosas vergonzosas, una de ellas es que una ex embajadora imperial se atrevió a intervenir en asuntos internos del país para imponer acciones comerciales que favorezcan a empresas de su país, violando las normas diplomáticas, la Constitución y las leyes panameñas.
Esta representante del imperio alienta la desestabilización del país y deja entrever con sus acciones que un golpe de Estado sí paga, sobre todo si favorece los intereses estadounidenses.
Sin embargo, las publicaciones de WikiLeaks del Panamá América aclaran detalles del motivo de la conspiración y la conjura montada en Clayton con el apoyo de los que también critican a Donald Trump que, sin el menor sonrojo, juegan al nacionalismo, como en su momento lo hizo el general Manuel Antonio Noriega, un agente de la CIA.
Los nacionalistas de hoy estudian en universidades de Estados Unidos y se sienten gringos y para nada defienden la cultura y las tradiciones panameñas, tal como otros hicieron en el pasado.
