La ciudad capital no resiste un día más el pésimo y canalla sistema de transporte colectivo que en vez de ser un eficiente servicio de traslado de pasajeros, ha decaído en semejante pesadilla para la normal y productiva convivencia urbana de nuestros tiempos.
Son responsables, el Estado que tiene a su cargo la histórica responsabilidad de facilitar al ciudadano una mejor calidad de vida, los conductores por su manera desordenada y arbitraria en el manejo, y los propietarios de buses porque sin su autorización nadie puede subirse a una de estas máquinas criminales y conducirlas por esas calles de Dios a altas velocidades segando la vida de inocentes.
El transporte público está en crisis y sus actores han adoptado por pasarse la pelota unos a otros, mientras la sangre de la gente de a pie, sigue corriendo bajo el manto de la impunidad.
�Qué habría pasado si los muertos en estos accidentes hubieran sido familiares o allegados de los altos círculos políticos y económicos del país?
Al deplorable estado mecánico de la flota vehicular conocida con el justificado calificativo de "diablos rojos", se suma un deficiente sistema de tránsito que minimice la caótica situación actual, hasta que se visualice una solución más duradera.
El pueblo, la gente que no cuenta con otros medios para movilizarse a diario, está cansado de las soluciones de pupitre aderezadas con verborrea mediática con que nos han engañado siempre los que dominan esta actividad comercial.
Ni un día más.