En una campaña electoral, las promesas se hacen partiendo de las necesidades prioritarias del conglomerado votante para captar su atención en las urnas.
Pero las promesas no son más que ideas en borrador, que una vez pasada la contienda tendrán que cumplirse o no, y allí es donde viene la verdadera aceptación o el rechazo.
Experiencia en esto de las promesas electorales incumplidas le sobra al pueblo panameño, por eso cuando los candidatos asisten a un foro para exponer sus propuestas hay que buscar que el discurso se traduzca en realidades concretas tangibles y no pasen a ser verdades a medias sin sustentación.
El grave problema del transporte público requiere de una solución urgente, pero un proyecto tendiente a dotar a los panameños de un sistema rápido y moderno de locomoción a lo largo de la ciudad capital tiene que ser el producto de un estudio preciso y bien pensado, lejos de la improvisación, por sus implicaciones de tipo técnicas y financieras.
Si las propuestas no tienen la validez presupuestaria en el contexto de la economía del país, es mejor plantear soluciones a mediano y largo plazo, sin crear falsas expectativas ante una comunidad que sufre en carne propia los efectos de un servicio de transporte público obsoleto.
Es mejor que los candidatos hagan docencia sobre el tema, con lo cual crearán un margen de confianza y credibilidad, en vez de esbozar proyectos y obras que más tarde serán promesas incumplidas, producto del calor y la efervescencia de un momento electoral.
Los políticos sumidos ahora en el fragor de la campaña recordarán que "quien mucho abarca, poco aprieta".
